Después de un paréntesis de tres meses vuelvo a los artículos en el diario digital esdiario/comunidadvalenciana.
El próximo miércoles 24 es el Día Mundial Contra la Polio y yo he querido poner mi granito de arena reivindicando que no se debe perder la memoria, lo he hecho a través del artículo que podéis leer desde el siguiente enlace:
https://www.esdiario.com/899716924/La-memoria-de-la-polio.html
O aquí en el blog, en el texto que sigue a continuación.
Espero que os parezca interesante.
Vivimos tiempos
convulsos en los que algunos quisieran desterrar la memoria, arrinconarla o negarla,
olvidar que existió, pero nunca una herida se curó echando arena sobre ella, no
es sano ni ayuda a cicatrizarla, y no lo es porque la memoria forma parte de
nosotros como seres humanos y como sociedad, es, ante todo, el alimento que nos
da vida como personas.
Los
supervivientes de la polio, sabemos mucho de olvido engendrado en la fragilidad
de la memoria, la que forma parte de una vieja enfermedad que ya solo “suena”
sobre los ecos del aire, una noticia añeja dictada con la voz engolada del Nodo
o el fotograma de un documental en blanco y negro.
Hoy, ese mal
milenario que hizo temblar los cimientos del mundo, está en la práctica erradicado
del planeta, salvo algún caso aislado en países del tercer mundo o en conflictos
bélicos que no permiten una vacunación estable y segura. Afortunadamente. En
muy poco tiempo ya solo estará presente en los tratados de medicina.
Por el camino,
aquel virus perverso fue cincelando sueños rotos sobre oscuros pasillos
repletos de camas blancas; piernas que eran manojillos de sarmiento de escaso
vigor, vidas chiquitas que apenas empezaban a brotar, hambrientas de cariño y
de alguna cancioncilla susurrada al oído. Vivir el desamparo. Sentir el exilio
de la ternura, despertar cada mañana con la añoranza de un beso, la visita del
cirujano y el rosario a media tarde; y sobre todo eran las noches, aquellas
noches de soledad infinita tiritadas a la luna.
Ellos eran los niños
del dolor ahogado que intercambiaban juegos por cicatrices, aquellos tremendos
surcos que cubrían sus cuerpos pequeños, y también, casi siempre, sus almas.
Olvidar es
triste, me duele que al trascurrir de los años se pueda perder en la niebla del
tiempo que todo aquello sucedió, que hubo mucho sufrimiento porque un dictador
nunca supo conjugar las palabras compasión y justicia: ocho años negando un mal
que existía, silenciando la vacuna que protegía nacidos de un destino cruel de
padecimiento y discapacidad; catorce mil llantos, dos mil lutos; infancias
quebradas por la desidia de un régimen que caminaba bajo palio.
Y me apena la
ingratitud del hoy, el desaliento que en ocasiones provoca esta democracia tan
ligera a la indiferencia. Somos cuerpos extenuados por tantos muros que hemos
tenido que saltar, fatigados tras décadas cojeando la vida. Ahora, el tiempo
nos ha traído una nueva condena en forma de Efectos Tardíos de la Polio y
Síndrome Postpolio que nos van apagando en la simple madurez, secuelas que
parecen no tener fin de una enfermedad que siempre fue mala compañera de viaje.
El resultado: marginación laboral, exiguas pensiones y, en muchas ocasiones,
también la exclusión social.
Los
supervivientes de la polio somos parte de la Memoria Histórica de este país
porque el daño que nos marcó vino del gobierno de España por su negligencia;
aunque fuera el de aquella España.
¿Para cuándo un
reconocimiento oficial, alguna disculpa institucional?
La memoria se
va extinguiendo si no hay luz que la ilumine, si no existen voces que la
mantengan viva.
Un año hace que
mi padre se fue para siempre, y un mes que mi madre marchó junto a él. Ellos
guardaban los recuerdos y abrieron mi memoria. Este escrito va por ellos, por
todos los padres heroicos que supieron transformar miedo y dolor por esperanza,
que nunca abandonaron porque su lucha, su auténtica felicidad era vernos
caminar, acompañarnos en el esfuerzo con la serenidad y la entereza que solo
saben mostrar las personas nobles y buenas. Nunca habrá agradecimiento
suficiente.
Ahora, su
memoria queda en mí y yo no puedo, no deseo olvidar.
Quizás es por
eso que me duele pensar que cuando sea yo el que se vaya, cuando todos
nosotros, los Niños de la Polio, nos hayamos ido y seamos solo una rancia
fotografía del pasado ¿Quién nos recordará?
24 de octubre,
Día Mundial Contra la Poliomielitis.
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Te felicito, mi querido amigo. Nunca dejes de escribir al respecto.
ResponderEliminarRecibe un inmenso abrazo.
Muchas gracias Sara. Ya sabes que es un tema bastante recurrente en mí. Es imposible olvidar lo qeu se vive a diario. Un fuerte abrazo para tí y muchos recuerdos a la preciosa Irlanda.
EliminarNo, no se debe consentir el olvido, estás obligado a hacer lo posible para que eso no suceda, por supuesto...
ResponderEliminarSalud
Muchas gracias Genín por tu apoyo siempre. Un fuerte abrazo.
EliminarTu voz tiene mucho que contar no dejes de contarlo nunca, me alegro hayas retomado el tema.
ResponderEliminarBesines utópicos, Irma.-
En realidad nunca he dejado de contarlo, lo que pasa es que soy como el Guadiana, querida amiga Irma, entro y salgo. Pero olvidarme nunca. Un fuerte abrazo.
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