Aviones en el Cielo
Érase un mismo planeta y dos mundos..., una esperanza y dos deseos..., un pueblo y una aldea..., un solo cielo y dos vidas.
Érase una vez…
El pueblo
Llega el
verano, atrás quedaron muchos meses de instituto, libros y exámenes. Con las
vacaciones voy a pasar unos días al
pueblo, a casa de mi abuela. Me gusta ir allí, es un lugar tranquilo, pero también
puede ser un sitio divertido y más cuando se llena de chicos de mi edad. Algunos
son primos, otros son amigos, formamos una buena pandilla.
A diario
vamos a la piscina o excursionamos al río, que discurre por un hermoso bosque
de chopos y pinos, al que llegamos en grupo y en bicicleta. Todo está a nuestra
disposición, todo para disfrutarlo. También hay días monótonos que pasamos
sentados en los bancos de la plaza comiendo pipas y charlando. Son días
interminables, de puro aburrimiento, que compensamos con los fines de semana
que compramos bebida y bailamos en el descampado de las afueras del pueblo. Es
excitante y liberador. Sabemos como pasarlo bien
Pero,
sobre todo, me agrada pasar el verano en el pueblo porque allí está mi abuela. Casi
nunca sale de él, no le gusta la ciudad. << Demasiados coches y demasiada gente>> suele decir.
Siempre,
cuando llego, tiene la costumbre de besuquearme por toda la cara con ruidosos e
interminables besos, costumbre que a mí no me gusta nada, pero ella dice que lo
hace porque me quiere mucho y me ve poco. Me encanta después de comer y cuando todos
duermen la siesta, sentarme con ella, junto a su mecedora, a la sombra de la
porchada de la casa y escucharla. Me habla en susurros, para no despertar a
nadie, y me cuenta viejas historias del pueblo. Historias entrañables y
cercanas de cuando mamá era joven o de cuando lo era ella. Muchas veces se
emociona al contármelas, sobre todo cuando habla de mi abuelo, es entonces
cuando se le aguan sus arrugados ojillos y son esos momentos en los que más orgullosa
me siento. Me fascinan sus relatos y me encanta mi abuela.
A veces
se convierte en mi cómplice, como cuando, ya amainando la fuerza del sol, me
deja subir a la colina que hay al lado del pueblo. Allí, tumbada entre la
hierba y las flores, veo a los aviones cruzando el cielo. Los miro embelesada. Es
entonces cuando imagino que soy yo quien vuela en uno de ellos, viajando a lugares
exóticos y lejanos, por trabajo y por placer ó haciendo el mejor viaje de
novios con el amor de mi vida. Son momentos mágicos pero efímeros, enseguida despierto
y me doy cuenta de que aún sigo aquí, tumbada en la hierba y confiando en que
algún día, este sueño, se hará realidad.
La aldea
Camino por tierras desangradas,
rezando a dioses que me han olvidado.
En la
aldea donde nací había una pequeña colina. Todas las tardes, desde que tengo recuerdo,
subía por aquella tierra seca y salpicada de musgo y me tumbaba en la cima para
ver pasar los aviones que cruzaban el cielo. No pasaban muchos, incluso había
días que no aparecía ninguno, pero cuando alguno lo hacía, por muy alto que estuviera,
yo salía corriendo colina abajo y, saludándole con la mano, le decía adiós. Soñaba
con el día en que volaría en uno de aquellos aviones a tierras muy lejanas.
La mayor
parte del tiempo lo pasaba ayudando a mamá, yendo a por agua o cuidando de mis
dos hermanos. Mamá decía que pronto iba a llegar otro, una nueva boca para
alimentar que agrandaría la familia.
En la
aldea sólo había madres con sus hijos y algunos ancianos. Casi no había
hombres, muchos se habían ido lejos, más allá de las montañas y del océano, contaban
que buscando el progreso, mamá dijo que mi padre era uno de ellos. Pocos
regresaban. De otros no se hablaba, decían que ya nunca volverían.
Un
día, hace ya muchas jornadas, todo cambió, vinieron muchos hombres con armas y
atacaron la aldea. Fue espantoso, hicieron daño a mucha gente y las callejas de
la aldea se llenaron de muertos. Tuvimos que salir de allí deprisa, sin nada y con mucho miedo. Fue tres días después de
parir mamá. Caminamos mucho, durante mucho tiempo, hasta un lugar donde decían
que había un gran campamento en el que se reunía la gente y se estaba seguro. Hacía
calor y los caminos eran secos y estaban llenos de piedras y de arena, casi no
teníamos agua y mi hermano pequeño lloraba mucho.
Un
día, por fin, llegamos. Aquel sitio era muy grande, el más grande que había
visto nunca y estaba lleno de tiendas, había mucha gente y cada día llegaba más.
También acá, como en la aldea, casi todo eran mujeres con sus hijos y muchos ancianos.
Aquí,
en el campamento, no hacemos nada, solo esperar. Yo siempre tengo mucha sed,
casi no hay agua, nos dan una poca cada día, no mucha. Hace mucho calor y el
aire está lleno de polvo que remueven los vientos del desierto; hay muchas
moscas, por todas partes, que se pegan por la cara y por el cuerpo, las
espantas pero continuamente vuelven; siempre huele mal, creo que es por que hay
mucha gente enferma, echada en el interior de las tiendas, no hablan, sólo
miran con ojos inmóviles y temerosos que a mí me dan mucho miedo. Tengo mucha
hambre. Durante los primeros días casi no comimos nada y me dolía mucho la
barriga. Eran insoportables los calambres, pero se me fue pasando. Ahora casi
no siento nada.
Miro
al bebé, hace dos días que apenas llora, tiene unos preciosos y grandes ojos negros
que casi no se mueven y siempre está agarrado al pecho de mamá, pero ya no saca
nada. Dice que es porque se esta secando y apenas da leche. Mamá ahora siempre
está muy triste y su mirada, como la de todos, siempre está perdida.
No me
gusta este lugar, me quiero ir, quiero volver a la aldea, a mis juegos, poder ir
a recoger agua y subir a mi colina, pero mamá dice que eso no puede ser.
Cerca
de nuestra tienda, también hay una colina, a la que a veces subo. Me cuesta
mucho, pero lo hago y miro los aviones que cruzan el cielo. Pasan muchos, pero
ya no salgo corriendo para decirles adiós, estoy demasiado cansada, sólo los
veo volar y siempre les saludo con la mano. Me sigue gustando verlos, pero ya
no me emociono.
Hoy
he visto pasar uno muy grande, casi tan grande como la aldea. De su barriga han
salido grandes paquetes que caían muy despacio. Se lo he dicho a mamá y ella,
nerviosa y angustiada, nos ha gritado que debíamos de ir allí muy deprisa.
Hemos
corrido cuanto hemos podido, apenas tenemos fuerzas pero mamá decía que no podíamos
detenernos. Cuando llegamos ya había mucha gente alrededor, es muy difícil acercarse,
hay demasiadas personas. Todos gritan y se insultan, todos se empujan, muchos caen al suelo y los pisan, todos
quieren ser los primeros, todos tienen grandes ojos asustados, todos tienen
hambre, todos están desesperados.
Había
hombres y mujeres repartiendo comida. Llenaban con arroz los cuencos que llevábamos
en las manos. Mamá, con el bebé agarrado a su pecho seco, llenó su cuenco, mis
hermanos y yo también lo hicimos.
Mamá ha
dicho que hoy hemos sido afortunados...
Epílogo: sueños
Mi
nombre es Raquel. Nací en Europa. Dicen que tengo un futuro incierto, pero el
futuro soy yo. Se que en algún momento o en algún lugar, habrá algún avión
esperándome. Sólo confío en poderlo alcanzar.
Mi
nombre es Amira. Nací en una pequeña aldea de la región de Bakool. Soy africana.
En mi
mundo ya casi no quedan ilusiones, pero existen los sueños. En los míos veo un
mar de aviones que, atravesando el cielo, consiguen oscurecer el sol, incluso,
a veces, puedo ver como mi hermano pequeño
corretea por las tierras secas de la aldea. En mi sueño siempre sonríe.
Vois Sur Ton Chemin - Les Enfants Choristes
Memorias de África - John Barry
Texto y citas: José Vte. García
Foto: Mª Jesús Paradela
Foto: Mª Jesús Paradela
Un mismo cielo, un mismo planeta, millones de vidas diferentes. Dos relatos que no te dejan indiferente. Seguiremos luchando por hacer realidad un buen futuro para todas las Amiras del mundo.
ResponderEliminarMe emociona la humanidad y la sensibilidad que derrochan tus escritos.
Mucha suerte Jose Vte.
Y muchos besos
Maifren, el de 'La aldea' tiene párrafos que molan mucho. Como este:
ResponderEliminar"Hoy he visto pasar uno muy grande, casi tan grande como la aldea. De su barriga han salido grandes paquetes que caían muy despacio. Se lo he dicho a mamá y ella, nerviosa y angustiada, nos ha gritado que debíamos de ir allí muy deprisa".
A ver si estas almas de cántaro te votan, que está muy bonico to.
Besos desde la cárcel.
Emotivo relato, José Vicente que nos invita a no desfallecer y seguir luchando por un mundo más justo para todas las Amira y nunca desaparezca para Raquel
ResponderEliminarUn abrazo y suerte
Un relato largo, pensado y bien trabajado de una realidad aplastante y dolorosa muy bien contada.
ResponderEliminarTe deseo mucha suerte como siempre.
Un abrazo.
Hay mucha humanidad en estos dos relatos paralelos. Unas hostorias que tandrían que remover todos los cimientos de nuestra sociedad, tan injusta.
ResponderEliminarEnternecedor, tu relato. Te deseo un montón de votos. Y como siempre: QUE GANE EL MEJOR!!!
Tanta verdad hay en tu escrito, que produce una pena terrible.
ResponderEliminarCuanto corazón y cuantas vidas se quedan abajo, cuando ese avión ha pasado. Estupendo, como dice Mª Jesús tan cierto que da miedo.
ResponderEliminarUn abrazo y mucha suerte.
Amigo Vicente -si me permites-, este relato me ha parecido una inteligente y sutil manera de retratar dos formas muy distintas de ver el mundo, las dos a través de ojos inocentes. Has contado con claridad y delicadeza las peores injusticias de nuestro mundo: ¿cómo es posible que Raquel y Amira, dos niñas con la misma edad, no puedan tener los mismos sueños?, ¿cómo es posible que lo que para una signifique una hermosa aventura para la otra no encierre más que muerte?
ResponderEliminarMe ha encantado, creo que consigues algo muy difícil para un escritor: los niños de tus relatos son niños de verdad, y ven el mundo desde la inocencia.
Suerte, aunque la oportunidad de leernos ya es un premio.
Érase una vez un relato con conciencia.
ResponderEliminarSuerte y un beso.
bello y emotivo relato nos regala tu alma insigne y dulce de escritor , esta amiga admiradora te da infinitas gracias por hacernos participes de el y te manda muchos besinos.
ResponderEliminarTristeza, desesperanza,....emoción...
ResponderEliminarSituaciones reales de un planeta diverso. Un relato muy bien construido que no deja las conciencias indiferentes
Suerte amigo en este concurso
Un saludo
Muy conseguido, como dice Mercedes, la mirada de las niñas .
ResponderEliminarBello .
Suerte , Jose Vicente.
Muy buen relato que genera dolor en quien lo lee y tristeza en el corazón. Serás un duro rival. Saludos.
ResponderEliminarDos mundos, dos realidades, dos niñas, un destino para una de ellas fatal, porque el destino mezcla las cartas y alguien hay que siempre pierde.
ResponderEliminarUn placer escuchar las músicas de Els enfants choristes y la extraordinaria melodia de memorias de Africa.
Mis saludos.
Un relato a través de la mirada inocente de dos niñas que logran emocionarme.
ResponderEliminarMe gustaria llenarme de esperanza pensando en que de una vez por todas,desaparezcan la sinjusticias de nuestro mundo.
Muy bien escrito.
No se si felicitarte por tu gran corazón y sufrir por la realidad de tu escrito. Dos niñas, dos inocencias, dos vidas bajo el mismo cielo y que enormes las injusticias que las separa.
ResponderEliminarTe acompaño en la esperanza, aunque el camino esté lleno de espinas.
ibso
Enhorabuena por este relato. Impresiona la descripción de todo lo que ambas veían y sentían, tanto en su pueblo como en su aldea, pero las dos tenían sueños que desear y por los que luchar y pelear... tanto Raquel como Amira.
ResponderEliminarMucha suerte amigo mío, sin duda, te ha quedado genial.
:)
un abrazo
Estimado amigo, yo que soy de pueblo y digo eso de "a mucha honra", me siento muy reflejado e identificado con las cosas que cuentas.
ResponderEliminarComo siempre gran post.
Un abrazo
Mientras más te leo mas me emocionas y me haces quererte unas letritas más. Quiero creer que como te proyectas seas en realidad. Creo que si es así.
ResponderEliminarAbrazos y mis buenas energías para tu trabajo en el concurso.
:)
ResponderEliminargracias por tu visita y comentario, sr. escritor de bellas palabras jaja.
un abrazo
y mucha suerte!!
Tranquilo, José Vicente.
ResponderEliminarMe ha gustado y por eso te he votado.
La imprudente locura ha sido no votar a mi paisana Ana. A ver cómo consigo ahora que me la perdone...
(Si sigues mis comentarios en su blog sabrás de qué -broma- hablo).
Aunque no te he votado (os hubiera votado a todos y había que elegir) es un bonito relato Jose Vte.
ResponderEliminarSuerte!
(aunque ya solo por el hecho de participar y escribir tan bien todos sois ganadores:)
Oye, Jose Vte., ante todo: ¡enhorabuena por ese merecido premio del concurso de Paradela!
ResponderEliminarMe ha gustado leerte, tu pluma es sincera, sensible... me ha traído estos recuerdos que te dejo por aquí... como un regalo a tu generosidad, confianza y cariño...
"(...) Cuando vamos de viaje al norte, pasan rápidos ante mi vista, enormes campos de girasoles, enhiestos y radiantes, luciendo su cara más esplendida ante el luminoso sol de julio. El amarillo de sus preciosos pétalos me trae sensaciones de risas de verano, alegría y expansión. Dilatadas tardes del estío comiendo pipas con mis amigos, meciéndonos en la propia indolencia de las vacaciones y en la privilegiada desidia de ser dueños de un ingente tesoro: el tiempo desgranado y sin prestezas." Mar Solana.
Aroa te deja un ramillete de globos para que jueguen con tus aviones en el cielo y con la cálida esperanza de que, entre todos, podremos sanar este mundo...
Muack!!
Ya ves, leo deprisa, lo que me queda por decir tras la lectura no es mucho, tan solo que me gusta tu sensibilidad; pero eso...... ya lo sabías ¿no? . Petonet.
ResponderEliminarTerrible contraste, sobre todo porque es muy real.
ResponderEliminar¿Que pensaría la niña africana, todos los niños africanos, si supieran que en Europa pagan a los agricultores para que no cultiven sus tierras?
Saludos.
Gracias a todos amigos, por vuestros deseos y por vuestros comentarios.
ResponderEliminarYo sólo confío en que todas las Raquel y todas las Amira del mundo puedan ver cumplidos sus sueños.
Que se acaben las injusticias que provocan que personas como Amira y la gente que les rodea tengan que pasar la vida huyendo y sufriendo por repugnantes ambiciones y afan de poder de algunos, con la complacencia de otros y el olvido de todos.
Todos tenemos derecho a soñar y a mantener la esperanza en un futuro donde los niños puedan jugar felices y con una gran sonrisa en los labios.
Muchas gracias a todos y un abrazo
Genuino, intenso y real , así es como permitimos que sea la vida para muchos hermanos y giramos la cabeza hacia otro lado.
ResponderEliminarImpecable¡
Besos muchos y cálidos
tRamos