Emprenderemos viaje, con el secreto dolor de que no habrá regreso a ninguno de los sitios en que fuimos felices.
(Mario Payeras, poeta y revolucionario guatemalteco)
Carlos
se enjugó las lágrimas con la manga, luego cogió el libro de la estantería,
como tantas veces hiciera, y lo observó con nostalgia. Sus hojas amarillentas
reflejaban el desgaste del paso de los años. ¡Lo había leído tantas veces
durante todos aquellos años! Hoy, mientras recordaba, lo ojeó por última vez.
-
Para quién es la dedicatoria – preguntó la escritora amablemente.
-
Es para María, mi novia y este es mi primer regalo. Pronto nos
vamos a casar – afirmó Carlos orgulloso.
Mercedes Ruiz escribió unas palabras, cerró el libro y, con
una sonrisa, se lo entregó dándole las gracias.
Carlos
volvió a abrirlo y leyó la dedicatoria. Los ojos se le iluminaron, miró a la
escritora y dándole la mano le devolvió la sonrisa agradecido.
Era curioso como recordaba tan
nítidamente aquella escena. Nunca tuvo muy claro porque se acercó precisamente
a aquel stand de la feria del libro. Quizá fue porque le conmovió la soledad de
la escritora en el interior de aquella caseta donde nadie se acercaba o tal vez
fuera el atrayente título que publicitaba “El próximo viaje”. Pero lo hizo, y
aquella autora novel, que con los años se convertiría en referencia literaria,
plasmó en aquella profética dedicatoria la única verdad que había guiado sus
vidas desde el principio.
A María le gustó mucho el regalo. Siempre
agradecía un buen libro. Le apasionaba la lectura, Carlos lo sabía. Era culta e
inteligente, alegre y vivaracha, sabía ganarse a la gente con facilidad y, desde
luego, era muy hermosa. Eso nunca nadie
lo hubiera dudado. Él siempre se mostró algo celoso. Le costaba entender cómo
una mujer como ella se podía fijar en alguien tan simple como él. Tuvo que ser
el transcurrir de los años quien le diera la mejor prueba de lo mucho que ella
lo amaba y de lo absurdo de sus celos. No hubo ni un solo instante en todos
aquellos años compartidos que no se lo demostrara.
Efectivamente y como le prometiera a la
escritora, unos meses después se casaron. Nunca tuvieron hijos, a pesar de que lo
intentaron con ahínco. Al lujurioso frenesí en que convirtieron las noches y
los días durante sus dos primeros años de vida en pareja siguió un meticuloso
ceremonial para lograr que ella cumpliera su sueño; ser madre. Durante varios años
se volvió casi una obsesión. Para ellos, pero especialmente para María, hubiera
sido la culminación del amor y del cariño que se tenían, pero, al final,
tuvieron que afrontar la realidad; Nunca llegaría. La esterilidad de Carlos lo
impidió. María lo aceptó con entereza. Su familia la formaban ellos dos, nunca
quiso saber nada de adopciones y, con firmeza, zanjó el tema para siempre. Era
voluntad de Dios y había que asumirlo.
Carlos, durante mucho tiempo, se sintió
culpable. Lloraba y se lamentaba a escondidas, cuando María no podía
observarle. Lo hubiera dado todo con tal de poder complacerla en algo tan
importante para ella como era formar una familia. Pero, con el paso de los años,
él también lo aceptó
Continuó ojeando las páginas del
libro, quiso volver a leer la dedicatoria, pero estaba muy borrosa y apenas
podía leerse con claridad.
-
El paso del tiempo siempre
se encarga de borrarlo todo, incluso lo más importante – pensó con tristeza.
Pero no necesitaba leerla, la
recordaba perfectamente. Nunca la había podido olvidar, desde la primera vez
que la leyera aquella tarde de primavera en la feria del libro. No pudo evitar que
se le volviera a nublar la vista.
El paso de los años había sido benévolo
con ellos. No tenían hijos, pero eso era algo que hacía ya mucho tiempo que
había dejado de ser importante. Se tenían a si mismos y habían llegado a tener
una dependencia total el uno del otro. Cualquiera hubiera podido afirmar que
eran un matrimonio feliz, incluso ahora, en el ocaso de sus vidas. Había una
chispa especial en la manera que tenían de hablar y de mirarse o la forma en
que paseaban cogidos de la mano como si fueran adolescentes. El cariño que se
tenían era algo que se podía percibir solo con cruzarse por su lado.
Hacía poco que ambos habían estrenado
jubilación, que, casualmente, coincidió en el tiempo con el aniversario de sus
primeros cuarenta años juntos. Carlos deseaba que aquella fuera una celebración
inolvidable.
Esa tarde, Carlos desapareció
misteriosamente. Con el paso de las horas, María empezó a preocuparse. No solía
ausentarse durante tanto tiempo y no podía por menos que reconocer que
últimamente se le iba un poco la cabeza. No llevaba muy bien su nueva vida desocupada.
Cuando ya empezaba a anochecer llamaron
al timbre de la puerta. María se sobresaltó. Una cierta angustia le inundó el
corazón. Con temor, abrió la puerta. Lo que se encontró al otro lado sí que no
se lo esperaba. Ahí estaba su marido, hecho un galán, con un elegante smoking y
un gran ramo de flores entre las manos. Un hermoso y gigantesco ramo lleno de
rosas rojas, jazmines y gladiolos que le ofrecía en una estudiada postura
caballeresca. María, emocionada, se puso a llorar. Se había llevado un gran
susto, aunque rápidamente se echó a reír por las ocurrencias de su marido para
terminar por admitir, con admiración, que se encontraba ante un caballero de lo
más apuesto.
Carlos, una vez pasada la sorpresa ante los volubles estados
de ánimo de su mujer, se decidió a hablar:
-
Vamos, cariño, arréglate que
hoy nos espera la noche más inolvidable de nuestras vidas – dijo mientras
trataba de poner el acento y la postura más galanteadora que supo adoptar.
María colocó el gran ramo encima de la
mesa del comedor, ¡ya las arreglaría mañana! Su galán la esperaba hecho un
dandi y debía de darse prisa en arreglarse. Se puso su mejor vestido, que aún
le quedaba estupendo. ¡Eso era buena señal!
Media hora después, Carlos y María se
dirigían en su coche a uno de los mejores restaurantes de la ciudad. La noche
se prometía feliz.
Como bien había vaticinado Carlos, la
noche no podía haber sido más inolvidable. A la cena, deliciosa y romántica, le
siguió una no menos romántica velada de baile. Hacía ya muchos años que no
habían bailado así, bien juntitos, a veces hablándose, recordando momentos
pasados, otras en silencio, disfrutando de la música y de su mutua compañía. Se
dejaron llevar, disfrutando como dos adolescentes, como hacía mucho tiempo que
no gozaban. María, ya casi al final de la celebración, no pudo evitar unas
lágrimas de felicidad. Su marido la miró y, sonriendo, la atrajo aun más hacia
él.
-
Este es uno de esos grandes
momentos que de verdad valen la pena. ¿Sabes que te quiero, verdad? – le
confesó en un susurro.
-
¡Por supuesto que lo se! ¿y tú
sabes que eres el caballero más apuesto que he conocido en mi vida? – respondió
ella.
Al final de la noche, iban envueltos en
un halo mágico de sensualidad y cariño. Carlos conducía tarareando algunas de
las canciones de la maravillosa orquesta que aun resonaban en sus oídos y María
iba absorta en sus pensamientos, rememorando de nuevo aquel torbellino de
mágicas sensaciones que envolvían su cabeza.
De pronto, un fuerte golpe en el lateral
donde se encontraba María rompió bruscamente el silencio de aquella apacible y
tranquila noche. El coche se desplazó violentamente hacia el lado izquierdo de
la avenida, atravesando los dos carriles y yendo hasta una farola que frenó en
seco el incontrolable recorrido. Ellos ya no escuchaban nada, pero el silencio
de la avenida dejó paso, en pocos minutos, al incesante ulular de las sirenas
de los coches de policía y de las ambulancias.
Carlos
miró la fotografía que adornaba la solapa del libro. Era de Mercedes Ruiz, la
autora. En ocasiones la había visto participar en alguna tertulia literaria de
la televisión o en las noticias cuando le daban algún premio. Entonces iba
corriendo a contárselo a su mujer. Nunca más la había vuelto a ver en persona. Pensó
en cuanto le hubiera gustado dar un gran salto temporal, volver a charlar con
ella y darle la mano como en aquella ocasión. ¡Echaba de menos aquellos buenos tiempos!
Dos días
después, Carlos despertó. María no. El impacto había sido muy fuerte y ella
había recibido la mayor parte. Los médicos le dijeron que tenía graves daños
cerebrales y que el coma era irreversible.
Ya nunca más despertaría.
Carlos se sumió en una depresión de la
que costó mucho sacarle. Con la ayuda de profesionales, muy poco a poco, se rehizo.
No tenían hijos y su única familia era una hermana de María que vivía lejos.
Vino unos días al enterarse del suceso, pero tuvo que seguir con su vida. Ahora
solo se tenía a él mismo para cuidarla. Ese convencimiento fue, en realidad, el
que lo sacó del oscuro pozo.
Desde ese momento, su vida la dedicó
plenamente a cuidar de su mujer. Le dio
los mejores cuidados que supo y que pudo pagar. Contrató a una enfermera para
que le ayudara en las tareas más duras, ya que el accidente le había dejado
casi inmovilizado el brazo izquierdo y había algunas cosas que le eran imposibles
realizar.
Habilitó el cuarto más grande de la casa,
que antes era el comedor, y colocaron dos camas. En una se encontraba María, en
la otra dormía él. Siempre comía y cenaba con ella. Tenía una mesa retráctil
preparada para ello en la habitación.
Todos los días le leía. Volvió a releer
sus libros favoritos y otros muchos que iba comprando y que él sabía que le
gustaban, y también revistas. Hablaba mucho con ella. Se lo contaba todo, los
chismes que escuchaba del barrio y las noticias que oía por televisión, aunque
siempre iba con cuidado de no contarle las tragedias, que tan a menudo sucedían.
Estaba convencido de que ella escuchaba y entendía todo cuanto le decía y no
quería ponerla triste. Por más que los médicos dijeran que eso era imposible,
él jamás lo creyó. Nunca dejó de hablarle y nunca se separó de su lado.
Fue durante el segundo año del coma de
María que Carlos empezó a asumir lo que era inevitable, nunca más despertaría.
Y fue en ese segundo año en el que Carlos empezó su particular guerra por
conseguir lo que su mujer siempre hubiera deseado: conseguir una muerte digna.
Nunca lo había dejado escrito. Él tampoco.
-
Nadie piensa que le puede
suceder a uno mismo - decía, pero él estaba seguro de ello.
En algunas ocasiones, al escuchar casos
similares en las noticias, lo habían hablado. Siempre tuvo claro que no quería
sufrir ni hacer sufrir en vano.
Comenzó entonces un rosario de pleitos y
juzgados, que le fueron denegando uno tras otro. Fueron varios años en los que
nunca obtuvo ningún apoyo legal. Estaba solo. Lo intentó con todas sus fuerzas,
pero no lograba nada. Únicamente consiguió desengaños, insultos y puertas
cerradas.
Metido en aquella vorágine, eran muchos
los días en los que tenía que estar ausente de casa. Por las noches, cuando
regresaba, se sentaba a su lado y le hablaba, pero no le decía todo, le contaba
los pocos éxitos y los muchos fracasos que estaba teniendo, pero no dejaba que
supiera cuántos habían dejado de hablarle, incluso aquellos que antes eran sus
amigos y que ahora le evitaban. A veces hasta le insultaban llamándole asesino.
Era en esos momentos en los que él se
derrumbaba. Se ausentaba de la habitación, excusándose ante ella en que tenía
que ir al baño o recoger los restos de la cena. La realidad era que no podía
evitar la congoja que le invadía Ésta no
era la vida que ella quería. Él la conocía bien, sabía de su vitalidad y de su
alegría, sabía de sus ganas de vivir y del ansia por realizar proyectos que
siempre tuvo, para sí misma y para los demás. Ahora no era más que un cuerpo
que se estaba marchitando sin ninguna posibilidad y al que se le obligaba a
vivir en una prisión de carne y hueso. Carlos lloraba en soledad. Nunca se
hubiera permitido llorar delante de ella.
Un día, cuatro años después, dijo basta. Comprendió
que todo era inútil. Dejó definitivamente los asuntos legales y se centró
únicamente en atender a su esposa. Ahora
sí que ya nunca más se separaría de ella.
…
-
Para quien es la dedicatoria – preguntó la escritora amablemente.
-
Para María, es mi novia y este es mi primer regalo. Pronto nos
vamos a casar – afirmó Carlos orgulloso.
…
Carlos
cerró el libro y lo colocó en su sitio. Después se dirigió a la habitación,
junto a su mujer. En su rostro yacente se reflejaba la paz y la tranquilidad de
quien ha conseguido el descanso merecido. Como si de una ceremonia se tratase,
Carlos cogió el mismo vaso donde había preparado la solución de pentotal sódico
que puso en la bolsa de suero con que la alimentaba, añadió zumo de naranja y
con parsimonia lo bebió. Luego, cogió su mano inerte con fuerza entre las suyas,
y muy despacio, recitó, arrastrando cada palabra y en un susurro, aquella
dedicatoria que tantos años atrás la autora dejase escrita y que, como si de una
profecía se tratara, estaba a punto de cumplirse.
El viaje lo iniciáis juntos.
Si ella parte, te esperará.
Si tú partes, espérala.
Lo importante es la travesía.
Lo importante es terminarla juntos.
El viaje, definitivamente, había
concluido.
Texto: José Vte. García Torrijos
Imágenes: Mª Jesús Paradela extraidas de la novela de Mercedes Pinto "La última vuelta del Scaife"
Imágenes: Mª Jesús Paradela extraidas de la novela de Mercedes Pinto "La última vuelta del Scaife"
&
Bien planteado para mantener la atención hasta el final.
ResponderEliminarEnternecedor.
Saludos.
Cada vez escribes mejor Jose Vte., aunque me haces sufrir mucho, pero síntoma de lo bien que lo haces.
ResponderEliminarUn abrazo anisado.
Me has hecho imaginar que tal vez, por qué no, en realidad mi libro haya sido el símbolo del comienzo y "fin" de una historia de amor que yo desconozco. Cuando los autores dedicamos nuestros libros no sabemos si esas letras que tatuamos en la primera página, junto a las muchas que les siguen, tendrán una influencia mayor a la esperada. Tendré más cuidado la próxima vez que dedique un libro; me acordaré de este relato.
ResponderEliminarTambién me has traído a la mente la historia de Josué y Abigail, una historia cuyo comienzo y fin se tocan cuando se cierra el círculo; una historia de amor perfecta.
Un relato tierno y entrañable, cuyo final, aunque duro, también sella un gran romance.
Me satisface ver de nuevo mi libro en tu casa, me alegra que te haya inspirado tanto.
Gracias.
Me gustó mucho, José Vicente: lo que en principio me parecía "blando" tiene una resolución final que me ha dejado encantada. Valiente y sabia (quizá no para todos, pero sí para mi).
ResponderEliminarGracias por escribir. Es cierto que era una entrada un poco larga para el concurso, pero no se hace larga en su lectura.
Jose Vte,ya te ha dicho una anterior comentarista que escribes cada dia más bien y yo lo corroboro.
ResponderEliminarUna intensa vida de amor llegando a la máxima expresión en la total dedicación de este hombre a su mujer, en los últimos años,
¿sabes que en la atención domiciliaria vivo casos como el que describes?...
tanto en hombres cuidando con mimo y esmero a su mujeres como mujeres a sus maridos, sin llegar a este final...duro final...
pero al mismo tiempo ideal..¿quién no quisiera irse de este mundo a la vez y de la mano de la persona que ama?...
si hay algo es triste y duro en una pareja es quedarse uno de los dos solo....
me viene a la memoria aquella canción:
"Espérame en el cielo corazón
si es que te vas primero
espérame en el cielo corazón
para empezar de nuevo.....
Por eso, yo te pido por favor
me esperes en el cielo
y ahí entre nubes de algodón
haremos nuestro nido...."
Esperame el cielo
Para nada se ha hecho larga en su lectura, se sufre un poco por el desenlace, pero está muy bien plantead y muy bien desarrollado.Y expones muy humanamente lo que sucede con estos casos traúmaticos y doloros para los familiares más cercanos.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho este relato.
Un abrazo.
bueno bonita manera de empezar de nuevo después de unas vacaciones, leyendo la nueva entrada de nuestro amigo, que como siempre nos hace remover conciencias, nos deja intrigandonos hasta el final de la lectura, cosa que es de agradecer, dar a estos relatos ese toque de aqui se está cociendo algo, si me permites la expresión, y nada a seguir estrujandote los sesos para deleitarnos mes tras mes con tus relatos, de momento esta el nivel cada dia mas alto..
ResponderEliminarun abrazo
Estimado amigo, casi te escribo para reñirte... je, tengo ganas de tener entre mis manos un libro escrito por mi amigo José Vicente.
ResponderEliminarEscribes muy bien, y tienes una cabeza privilegiada.
Muchas felicidades.
Muchas gracias a todos por vuestro comentario, en esta ocasión más que en ninguna otra, quiero agradecerlo, comprendo que es un relato dificil, tanto por lo que cuenta como por su extensión, complicado para leer en la pantalla del ordenador. Veo que lo habéis superado, enhorabuena.
ResponderEliminarTambién muchas gracias por los piropos, escribir puede ser complicado, pero también muy gratificante, como bien dice Mercedes.
En cuanto al relato, es una historia de amor, esquematizada a traves de los años, con un final límite, seguro que si, quizás triste, pero también puede ser jubiloso,han vivido largos años juntos y han sido moderadamente felices..., la vida puede ser cruel, pero el viaje, muchas veces es el que es.
Muchísimas gracias a todos, por vuestros ánimos y por vuestro apoyo y desde luego a Mercedes por permitirme el uso de su imagen.
Un fuerte abrazo a todos
Historias llenas de humanidad, la que tu tienes, ya te lo he dicho otras veces.
ResponderEliminarAhora que tenemos las facultades en su sitio, es cuando tenemos que dejar las cosas claras en relación a como y de qué manera queremos morir y hacerlo por las personas que se quedarán cuando nosotros muramos o si nos quedamos sin facultades para decidir.
No solo es importante legar nuestros bienes materiales sino dejar escrito notarialmente nuestro testamento vital. También es un acto de amor para los que se quedan, todo arreglado y bajo la responsabilidad de uno mismo, dueño/a y señor/a tanto de la vida como de la muerte .
Siempre me gustan tus escritos porque son historias de la vida real, nos enseñan a reaccionar ante temas que no nos plantearíamos si tú no las traes a tu blog.
Gracias y abrazos.
Precioso relato, me ha gustado desde el principio hasta el final.
ResponderEliminarUn abrazo
Hola José, me has tenido hasta el final en atenta lectura.Muy bien redactado y bonita historia, el final...es lo ahora prolifera.
ResponderEliminarGracias
con ternura
Sor.Cecilia
bello y enternecedor texto nos regalas insigne escritor, esta amiga admiradora te da infinitas gracias por hacernos participes de el, besinos
ResponderEliminarQuerido José Vicente, hoy se han dado las circunstancias que me gustan para leer relatos de extensión. Y te aplaudo sinceramente. Has logrado captar mi atención desde la primera frase y el cierre es el único posible para una vida de amor como la de María y Carlos. Te felicito y agradezco nos hayas compartido este bello relato.
ResponderEliminarun abrazo grande grande
Hay despedidas que no se comprenden. Libros o letras que se dejan guardados y que acaban siendo prolongaciones de nosotros mismos.
ResponderEliminarEs muy hermoso. Me ha encantado.
Besos
Un relato lleno de ternura y muy bien
ResponderEliminar"dosificado", mantiene la atención a lo largo de todo el texto. Muy bien escrito, sensible,enternecedor, pero.......me temo que la realidad anda lejos , Lo que no quita merito al relato!
Saludos
Hola de nuevo, vuelvo a reiterar las gracias a todas por vuestros comentarios.
ResponderEliminarEntiendo que es dificil entrar en él por la excesiva extensión del mismo para ser leido en la pantalla del ordenador, pero ya comenté en la entrada anterior que no quería ponerlo en dos parte, creo que es una historia que se debe de leer de una vez para sentir la intensidad que creo que tiene. Muchas gracias por el esfuerzo a todos.
En ésta ocasión estoy doblemente agradecido ya que hay una pequeña divergencia con el fondo, es decir con el final, creo que es lo que tiene éste tipo de relatos, no a todos les puede parecer bien ya que no deja de ser un asunto delicado y polémico.
Un fuerte abrazo a tod@s y muchas gracias
Felicidade Jose Vicente, un relato envolvente vas entrando en él y te atrapa. Un final triste pero era el que él deseó.
ResponderEliminarUn abrazo.
No es demasiado largo, JoseVte, a mí se me ha hecho corto y luego he leído todos los comentarios también ;)
ResponderEliminarMe gusta mucho, la historia y su mensaje, ojalá todos los que no tienen la suerte de un amor tengan, al menos el consuelo de un derecho
Un beso, JoseVte, (me ha costado un montón entrar, no me cargaba la página)
Hola José Vicente: me estreno hoy en tu blog con este magno relato que he leído de un tirón. Me ha gustado mucho ese amor incondicional que a todos nos gustaría líder disfrutar, el hábil juego con mi querida amiga y mentira Mercedes Pinto y el valiente final.
ResponderEliminarEnhorabuena , espero seguir tu huella. Un abrazo. Á.
Fe de erratas:
ResponderEliminarLíder: poder
Mentira: mentora.
Lo siento :-(.
Sé que lo que te voy a decir no tiene nada que ver con la excelente narración de una historia de duro final; pero no creo en el suicidio.
ResponderEliminarTu relato me ha hecho pensar muchísimo y ver desde otro punto de vista esta realidad de cuando las personas ya no desean seguir sufriendo y "su hora " tarda en llegar de forma natural.
No sé.
Ojalá haya una respuesta algun día; desde luego para ver a un ser querido postrado sufriendo inútilmente para vegetar otro porrón de meses o años , casi mejor hacerlo así .
Pero debe ser igual de duro beber pentotal.
..Mis felicitaciones por tu estilo.
Y muchos besos.
Mira , vengo de la piscina donde había un castillo hinchable; y me he tirado y todo ante las exigencias de mi hija ,haciendo un espantoso ridículo; espero que por este motivo me disculpes el comentario tan gilipollas qu te he hecho antes, odio cuando se mezclan y confunden el contenido con la forma de narrar ; aquí lo que cabe es decir que en efecto has escrito una historia subyugante.
ResponderEliminarEl "tema" casi es lo de menos por duro que sea , cuando se sabe escribir , y tú sabes.
Besos.
Un relato entrañable que ha captado toda mi atención. Es un retazo de vida de dos seres que se han amado y que se enfrentan a la llegada del final juntos.
ResponderEliminarEs la vida real.
SAN, ALMA, Mª PAZ
ResponderEliminarMe alegro que el relato no se os hiciera demasiado largo, y si os ha gustado ya estoy encantado.(Alma, leer incluso los comentarios ya es para nota, jejeje), es una historia triste y por eso quizá es algo más dificil de digerir.
Conbinación: largo, triste, dificil, ¡ufff! complicado, jejeje).
Muchas gracias por los comentarios.
Ángeles, muchas gracias por tu visita y por tu amable comentario. El juego con Mercedes me vino muy bien, no sólo partío la idea cuando vi la dedicatoria que envió a Paradela, si no que el guiño de la escritora novel redactando dedicatorias me dió la clave del resto de la historia, todo nació en el momento en que tuve claro las estrofas que componían la dedicatoria.
Seas bienvenida, vuelve cuando quieras.
REYES, no tienes que disculparte por nada, con independencia de que me encante y aprecie en lo que vale tu opinión sobre mi manera de escribir, el texto trata un tema que es obviamente debatible, yo tampoco estoy a favor del suicidio así como tal, otra cosa es lo que cuenta la historia, que también es debatible, y lo vemos estos días en las noticias (justamente en Andalucía se ha cmplido recientemente una sentencia que aceptaba que una mujer dejara de utilizar los sistemas que la mantenían con vida y la iglesia está totalmente en contra de cualquier tipo de medida de este tipo).
Que sepas que me han encantado tus dos comentarios, y seguro que nada de ridículos, cuando se juega con los hijos se hace lo que haga falta.
Un fuerte abrazo a todos
No he leído el libro de Mercedes Pinto, pero sin duda tus relatos, tus expresiones, las tramas que organizas y tan bien explicas son dignas de mencionar en un post...:) tal como tú haces en tus relatos.
ResponderEliminarme encantó, de veras.
un abrazo
mañana vuelvo y te escribo un comentario más sensato :)
Espero que este participando en los Premios Bitacoras 2011 de este año, yo ya le deje mi voto en las categorias de blog personal y blog cultural, su blog es genial, saludos.
ResponderEliminarSolo escribir que me gustó mucho este post... anoche estaba cansada, pero igualmente me sorprendió la historia, no era previsible... aunque él llevaba muchos años sufriendo por ella; sin duda, es una decisión muy importante y también valiente.
ResponderEliminarun abrazo
:)
José Vicente, m'has dejao de piedra... Te cuento: sé que escribes bien, ya había leído alguna otra cosa tuya a ese nivel. Pero de este relato lo que más me ha gustado es la forma en que, partiendo de una foto, has construido una historia, y que llegue, que transmita, dando la información justa, sin pasarse, sin sobredimensionar. Está muy bien.
ResponderEliminarEs un buen relato, es largo pero no se hace largo, aunque yo lo he leído en dos veces porque me han interrumpido. Muy bien contado y con una calidad literaria de un nivel alto.
ResponderEliminarHola Jose Vicente: ayer comenté tu hermosa narración, en la entrada anterior. Discúlpame ya sabes que soy muy distraida. Allí te decia que había leido tu tierna historia, de cabo a rabo, y se me hizo corta. El final tenia que ser el que pones, no podia ser de otra manera.
ResponderEliminarEnhorabuema.
Un relato de amor, esto es amor amor, y lo demás son tonterías y quién no lo entienda allá él. Creo que en un caso como el que relatas, yo haría mismo.Lo has descrito tan requetebién que me has puesto e vello de punta, y eso significa que lo que escribes llega muy dentro.
ResponderEliminarUn abrazo
acabo de conocer tu blog y me ha gustado mucho como escribes, me quedarè por aquì para leer tus pròximas entregas...te invito a pasarte por el mio..
ResponderEliminarun fuerte saludo
fus
Cuando un relato te atrapa, no hay longitud que valga. Muy bien narrado. El último acto de amor que hace Carlos por María es muy valiente.
ResponderEliminarEnhorabuena.
Besos
Un relato, que aunque es largo, se llega hasta el final, de manera sin darte cuenta, porque resulta ameno y entretenido, lo describes de manera que el lector pueda engancharse hasta el final, y además, ¡qué caraya! es tocaya mía y todo jajajaaj. Muy bonito, José.
ResponderEliminarUn beso.
PD.- Gracias por opinar abiertamente como lo has hecho en mi blog, muy agradecida.
que relato, me ha gustado pero me ha dejado un halo de tristeza por algo personal, en el fondo yo no me gustaria estar como un vegetal y agradeceria que alguien acabara con mi vida es un buen tema para reflexionar. un beso tu consuegri
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