jueves, 24 de septiembre de 2020

Así era aquel otoño

 

Así era aquel otoño, envolviendo unos Sueños de escayola.
(Extracto del libro)
 
Recuerdo que mi mejor momento del día ocurría bien temprano tras la visita de don Álvaro y después del desayuno. Todas las mañanas me detenía junto al muro de piedra para contemplar el horizonte del mar en calma. Tan solo duraba unos segundos, un par de minutos en el mejor de los casos, pero la imagen de paz y de serenidad que me transmitía aquella estampa de alguna manera me daba la fuerza y el ánimo necesarios para sortear esos días en los que me sentía tan perdido. 
 
Todavía hoy, cuando cierro los ojos, soy capaz de percibir con extraordinaria nitidez aquellas sensaciones que me infundían el espumillar de las olas al romper en la orilla de la playa, el olor a salitre picando mi nariz y el sonido del agua desparramándose por la arena. La melancolía y la soledad que tanto me estremecían no restaban la capacidad de apreciar que aquel lugar donde se encontraba el sanatorio de la Malvarrosa era realmente magnífico; un entorno, entonces descuidado pero bucólico, donde el clima benigno de la Valencia mediterránea brillaba con esplendorosa luz bajo un intenso cielo turquesa e iluminado por un sol cálido y limpio que generosamente invitaba a vivir. 
 
La fría intensidad del otoño iba restando viveza al ambiente acortando las horas de sol y de terraza, pero mantenía un punto agradable de luminosidad y encanto que nosotros tratábamos de alargar cuanto podíamos para demorar en lo posible el momento en que se cerraban las puertas y ventanas del sanatorio.