viernes, 19 de marzo de 2021

Mi cita con el artista

 


He decidido coger la Handbike (una silla de ruedas a la que se le acopla una tercera rueda con un motor eléctrico incorporado) y darme un garbeo sin rumbo definido y como idea creativa. Hace ya mucho tiempo, años en realidad, que no paseo por el simple placer de pasear, sin que haya un motivo al final del camino.

No hace tanto que dispongo de este carro y, sin saber bien por qué, me viene a la cabeza como algunos ponen nombre a sus coches, motos o vehículos en general como una manera de hacerlos suyos. Yo nunca lo he hecho. Quizás fue por pudor o porque jamás tuve la suficiente imaginación como para personalizar máquinas que tan solo me sirven para desplazarme de un sitio a otro.

Sin pretenderlo le sigo dando vueltas a esa idiotez de pensamiento mientras culebreo por el carril bici saliendo del barrio, me dejo llevar y pienso que igual tampoco estaría mal bautizarla. Así pues la llamaré Marilyn. Me resulta graciosa la diferencia entre esta máquina de color negro y el brillo de Marilyn, su piel clara y su melena rubia. Me gusta el contraste entre mi necesidad de esta silla eléctrica y el dogma de lo estético con la belleza que ella representa. Además, me apetece rendirle ese homenaje a uno de mis mitos cinéfilos, a la maravillosa Marilyn Monroe.

Sigo circulando. La mañana es fresca pero agradable. Entiendo que la inspiración ha de salir de la misma acción de caminar, del propio viaje, observar cuanto nos rodea, las personas, los lugares, y tomar notas que en algún momento nos puedan atraer y generar esbozos que llevar al teclado. Yo, reconozco, que siempre he sido de sentarme a invocar las musas tanteándolas; a veces leyendo, viendo alguna película o revisando mis propios escritos. ¡Cuántas pequeñas joyitas he encontrado sepultadas entre mis viejas mediocridades! Nunca se me dio bien lo de coger un lápiz y una libreta apostarme y ver pasar a la gente, poner la oreja en el autobús o deambular buscando detalles en miradas que me proporcionen el hilo de algún argumento. En realidad las mejores ideas suelen llegarme a la hora de dormir, sea de noche o en alguna siesta, durante ese intervalo de vigilia hasta que vence el sueño; también, y muy a menudo, jugosas visiones me vienen en la ducha. Aunque luego, gran parte de esas imágenes se cuelen por el desagüe o se pierdan entre duermevelas y la fase REM por no escribirlas en el momento. ¡Demasiadas veces lo he lamentado!

Continúo mi recorrido. Veo ojos expresando cierto ánimo, posiblemente sea por la bonita mañana que luce o puede que el motivo esté en que las terrazas de las cafeterías ya están abiertas. Muchos llenándolas y no todos con la correspondiente mascarilla; las charlas distendidas y sencillas siempre ilusionan y animan, más aun sabiendo de donde venimos. Más adelante paso junto a la iglesia de San Vicente de la Roqueta de Valencia, y la alegría se me hiela en el alma. Veo un grupo de personas apoyadas en la pared, esperando, la mayoría jóvenes o de mediana edad, agarrados como en un salvavidas a sus carros de compra, las miradas entre perdidas y esquivas. Es una de tantas colas del hambre. Me paro en la distancia. Querría hacer una foto que pusiera documento gráfico a ese drama que tantas veces veo en la televisión. Pero me da vergüenza y no la hago. Incluso desde la distancia me reprimo. Me puede el respeto de tantos ojos huidizos tras la mascarilla, la dignidad de quién lo ha perdido todo. Noto como se me encoje el corazón y ni siquiera ahora, mientras escribo, consigo sacármelo de la cabeza.

Llego hasta la Plaza del Ayuntamiento, que es mi meta prevista. Desde que es peatonal da gusto. En el balcón del ayuntamiento hay blusones colgando y una fallera se hace fotos posando por varios lugares; en medio, junto a la fuente, una gran mano blanca sostiene un pebetero encendido y, escrito en la base, un lema: #Tornarem.

Es desolador vivir las fallas sin fallas. Y pienso que, aunque en mi espíritu nunca fui su mayor defensor, sí que me entristece esta situación; por lo mucho que nos aleja de la normalidad, por las ilusiones quebradas de quienes las esperan con ansia cada año y, sobre todo, por la cantidad de gente que vive de la fiesta y ahora integran ERTES o, quizás, las propias colas del hambre.

Y bueno, ya regreso a casa. No sé si todo esto me debería inspirar para escribir. Me da que lo que he plasmado han sido más pensamientos y descripción que vivencias No sé, tendré que darle una vuelta, pero el camino, esta cita con el artista, la he disfrutado de verdad.

 

6 comentarios:

  1. Una situación que está durando mucho, pero se ve el final del túnel.

    Por esos paseos por la ciudad. Un abrazo

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    1. Eso es lo que esperamos todos, Albada, que esté próxima la luz al final del túnel y poder pasear por la ciudad con libertad, esa libertad de la buena y verdadera. Esta pesadilla ya dura demasiado.
      Gracias y un abrazo.

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  2. En mi casa le ponemos nombre a todo, hasta al ascensor, que se llama Mildred =). La vida hay que tomarla como promesa dispuesta a ser cumplida si uno se dispone bien. Me alegra que te hayas lanzado a esa pequeña aventura. Un abrazo

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    1. Poner nombre a los objetos más cotidianos con los que nos rodeamos parece que los acerque un poco más a nosotros. Yo, como digo, nunca he tenido costumbre, pero supongo que nunca es tarde.
      Gracias, Monica, y un abrazo.

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  3. Qeu bonita excursión que has hecho a bordo de tu Marylin. seguro que te has sentido libre como una paloma. Como cuando estas en casa confinado por una u otra razón, el dia que pisas la calle gozas un montón y mira de paso te ha salido una muy buena entrada. Saludos cariñosos,amigo José Vicente

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    1. Gracias Montserrat. Realmente es todo un placer volver a encontrarte en un comentario. En los últimos años estoy demasiado alejado de este mundo de los blogs, ya apenas subo de vez en cuando alguna entrada y hasta he perdido la costumbre de visitar a los viejos amigos. En verdad que muchas veces os hecho de menos.

      Un abrazo grande, querida amiga, y espero de corazón que estéis bien, tú y tu familia.

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