Mi
compañera y amiga Leonor Sánchez me ha invitado a su estreno conduciendo un
jueves, y yo no he podido negarme. Ya hace tiempo que no tengo el gusto de
participar, más de un año desde la última vez y algunos más desde que no lo
hago de modo regular. Pero como se suele decir, se es juevero para siempre, y
así me siento yo, juevero de corazón.
Mi nochevieja diferente
Tenía
diez años, y entonces mi vida transcurría rodeada de médicos, enfermeras y,
sobre todo, de monjas y de otros niños de parecida suerte a la mía.
En esas navidades, en las que el entorno familiar fueron aquellas mujeres de hábitos y tocas blancas, hubo una intensa Nochebuena, con su cena rica y su Misa del Gallo adelantada para que todos nosotros, niños y niñas, pudiéramos asistir como los buenos cristianos que las hermanas se esforzaban que fuéramos; también festejamos la Navidad, con otra misa, villancicos y un belén enorme y preciosamente ambientado, para celebrar el nacimiento del Niño Jesús, aunque sin árbol con luces, que eso era poco español; y después, por supuesto, el entrañable día de Reyes. Recuerdo que sus majestades nos fueron visitando cama por cama, repartiendo caramelos y humildes juguetitos, a algunos les llevaron mejores juguetes que sus padres con el alma rota mandaban; los Magos ilusionaban nuestra inocencia vestidos de magia, con sus capas, sus pelucas y su Baltasar embadurnado de betún.
Sin
embargo, en la noche de fin de año no sucedió nada; no hubo uvas, ni fiesta.
Después de la cena, rutinaria, nos fuimos a dormir como los buenos chicos que
éramos. Muchos de aquellos niños enmohecidos no lo echaron de menos, llevaban
tantos años allí guardados que tenían olvidado que a las doce acababa incluso la
década; a otros sí que nos dolió el vacío, todavía teníamos demasiado presente
los turrones que entonces no tomaríamos, la alegría familiar que no sentiríamos.
A
la mañana siguiente las monjas nos despertaron con su habitual ¡Salve Jesús! y
nosotros nos preparamos para la cotidiana revisión de los cirujanos, que ni en
un día como ese nos libramos.
Aquella
nochevieja de 1969 fue diferente porque nunca existió; todavía me acuerdo como
me dormí deseando que se pasara pronto ese año oscuro que ya no pude olvidar.
Como
estoy deseando que llegue la noche del próximo día 31, para tomarme las uvas, brindar y también pedir;
para dormirme y que pase este 2020.
Podéis leer más Nocheviejas diferentes aquí, en el blog de Leonor Sánchez
Pero como todo, esa noche sin festejo pasó y también pasará ésta para pronto ser recuerdo. Y aunque tengamos que vivirla con restricciones ( por aquí x suerte no son tantas) bien podemos hacer que tengan su magia y su encantó si nos lo proponemos. Con algún gesto especial bastará, habrá que abrir el corazón, animarse a hacer algo sentido y diferente y veras que se transformará en un bonito recuerdo. Feliz 2021 José! Me alegra tenerte otra vez jueveando entre nosotros 😉😊
ResponderEliminarGracias Mónica.
EliminarYa hacía mucho tiempo que no participaba, y en verdad que, en muchas ocasiones, se echa de menos. Intentaré volver más a menudo, porque siempre es grato reencontrarse con los buenos amigos jueveros y su magia con las palabras.
Un abrazo y feliz 2021.
Hola José
ResponderEliminarMe ha hecho mucha ilusión tu participación. Y más que hayas compartido un pedacito de ti.
Un abrazo y Feliz Año para ti y tus chicas
Hola Leo.
EliminarYa te dije que participaria, no podía perderme tu estreno como conductora del jueves. Además tu propuesta era de los más interesante, me ha gustado.
Quizás se podía haber comentado en la nave, nunca se sabe si de ahí hubieran salido nuevos jueveros, jeje
Un abrazo y feliz 2021 para ti y tu familia.
Hola José Vicente, me alegro de leer un nuevo Juevero, y tengo que decirte que tu texto me ha llegado, creo que a veces nos quejamos por cosas que no tiene importancia y nos olvidamos que hay personas que están en soledad ya sean voluntaria o por razones que ignoramos. Estos pequeños que las pasan en salas de hospital o otros lugares tristes les deja huella. Pero bueno vamos a tener alegría y para todos desearles un feliz Año que al menos una parte de nuestras ilusiones se nos cumplan. Un fuerte abrazo
ResponderEliminarHola Campirela.
EliminarYo soy de esos antiguos jueveros que de vez en cuando asoman la patita y dejan sus historias. Siempre es agradable regresar a este grupo.
Gracias por tu comentario, y como bien dices, hay muchas nocheviejas diferentes, la mayoría son ruidosas y alegres, otras son tristes por las circunstancias y, algunas más, ni siquiera existen. Disfrutemos lo que podamos.
Un abrazo y feliz año.
¡Ojalá las palabras del año 2021 sean #VACUNA y sentido común!
ResponderEliminarBesines utópicos, Irma.-
Ojalá, Irma, esperemos que, unida a esa vacuna salvadora que todos esperamos, llegue también ese poquito de sentido común y conciencia que tanto necesitamos.
EliminarAbrazos y feliz 2021
Pues sea real o no, me pareció un escenario de hospital u orfanato durísimo. Si bien las monjas celebraban el niño Jesús etc, para fin de año pensarían que total, para esos niños, qué más daba que fuera un año u otro.
ResponderEliminarUn buen relato. Un abrazo, y feliz 2021
Hola Albada. Aquellos sanatorios eran así, todo se regía con celo en esos lugares atestado de niños. Yo no sé si las monjas eran demasiado estrictas o es que nosotros estábamos necesitados de ese entorno familiar que tanto se echa de menos en ciertos momentos.
EliminarEn este caso eran sanatorios donde estaban ingresados los niños afectados de polio.
Aquella España traicional y católica era así, dura e inflexible.
Un abrazo y feliz 2021
Leyendo tu magnifico texto, no puedo menos que pensar en similitudes y diferencias. Estuve en un hospital que era famoso por poner cada Navidad uno de los mejores pesebres de Madrid. Pesebre que ninguna de las encamadas visitamos nunca. Si que coincidimos con misas y hasta tuvimos actuaciones y teatro. Y la nochevieja aunque solas (las monjas pasaban cada hora más o menos) tuvimos uvas y turrones. El problema es que yo odiaba el dulce así que vivía lo de los turrones como una tortura (aun hoy no soporto los de Xixona) porque como todo en los hospitales de aquellos años era obligatorio de comérselo. Gracias a ti amigo, mis recuerdos de aquellos años hoy tienen un sabor más dulce. He aprendido que pese a todo la infancia es un tesoro que tenemos que preservar y que siempre hay lugar para la esperanza. Feliz año nuevo envuelto en besos.
ResponderEliminarHola Inma.
EliminarAl final los recuerdos de la infancia se quedan grabados con fuerza en nuestra mente, casi siempre llenas de imágenes agridulces.
Da igual si en unas había turrón y uvas y en otras no, al final lo que queda es una sensación de soledad y abandono, de qu todo podía haber sido diferente.
Habían buenos momentos, claro que sí, también personas amables que se preocupaban de verdad, amigos que ya formaron parte de nuestra memoria para siempre; lo que quedó en sí, con sus luces y sus sombras, fue esa infancia diferente que ninguno pedimos y que nos tocó.
Al menos que nos quede el consuelo de recordarla, con sus cosas buenas y sus cosas malas, pero recordarla.
Un abrazo y feliz 2021.
Genial amigo y siempre tan personal tu relato. Feliz año José Vte. 😘✍️
ResponderEliminarGracias Adelina. Partir de recuerdos reales para elaborar un relato puede ser muchas veces una buena fuente de inspiración.
EliminarUn abrazo y feliz 2021.
De niños con facilidad se le encontraba la magia a los días, aun sin celebraciones. Hasta ser adultos, es que se nota la carencia. ¿No es cierto?
ResponderEliminar¡Excelente relato!
Un gran abrazo.
La infancia es lo que tiene, se le busca la magia a los pequeños detalles, transformar y endulzar hasta los momentos más duros
EliminarPero siempre queda esa sensación como de neblina suspendida en el tiempo que hace que, incluso años despues, se siga recordándo, casi siempre con un sabor diferente.
Gracias, Sara. Un abrazo.