
Hago un alto en el descanso, no puedo reprimirme. Mientras me
decido a escribir esta entrada, el cielo está encapotadamente ceniciento,
minúsculas briznas de ceniza en suspensión vuelan por el cielo y se depositan
en calles, terrazas y coches, se hace dificultoso respirar, asmáticos y
alérgicos necesitan un pañuelo húmedo para caminar por la calle (doy fe) y un
fuerte olor a quemado inunda toda la ciudad de Valencia, a 80 km. de donde se están
quemando algunos de los grandes pulmones de ésta provincia en los incendios de
Cortes de Pallás y Andilla. En dos días ya han ardido más de 50.000 Ha.
Uno siente impotencia y algo de rabia de ver el cielo triste,
con ese color gris que anuncia desolación y tragedia, y se pregunta porqué
quemar los montes, auténtico tesoro verde y vital para todo tipo de vida,
humana o no, puede salir tan barato y porque nadie cae en la cuenta de que no
en todo se puede recortar.
Mientras, espero que esas nubes, cargadas de humo, también
traigan la necesitada lluvia.