La leyenda de
“El novio la
manzana”
Eran tiempos turbulentos y
cambiantes, propiciados por el empuje de reconquista de la cristiandad tras más
de cuatrocientos años de dominio árabe. El califato de los Omeya estaba en
pleno declive y fue durante ese periodo duro y difícil de la historia que, por
las apacibles tierras manchegas del Campo de Montiel, en un pequeño pueblo
llamado Alhambra, la fascinación y el embrujo se dieron la mano en la unión de
dos amantes que consiguieron encontrarse y amarse hasta el fin de los tiempos.
El mercado bullía en aquella mañana de primavera radiante y soleada. Los mercaderes reclamaban para si a todos los paseantes que inundaban el mercado, ofreciendo a voz en grito todo tipo de artilugios, ropas y alimento. Umar, recién llegado a Alhamrah, paseaba alegre y curioso por entre la gente, cuando vio como a una joven le caía un cesto de manzanas tras tropezar con un hombre gordo y enjoyado, quien no se molestó en detenerse, ni mucho menos disculparse. El joven se apresuró a recogerlas y fue al entregarlas que sus ojos se encontraron con los de la muchacha. La tierra y el cielo parecieron detenerse en ese instante de atracción, y ambos jóvenes se vieron a si mismos danzando al son de la melodía de amor más hermosa que jamás oídos humanos habían escuchado.
Zayda, ruborizada, le entregó una
manzana en señal de agradecimiento y Umar, en lugar de comerla, le dio un dulce
beso y la guardó en su zurrón como el mayor de sus tesoros. Gentilmente se
ofreció a acompañarla hasta su casa y así fue como, ajenos al bullicio de voces y gente que había a su alrededor,
caminaron juntos por primera vez. Cuando llegaron, se despidieron con la
promesa de verse al día siguiente en el precioso mirador que se encontraba a poniente
del pueblo.
Umar, quedó huérfano siendo muy
niño y desde entonces pasó a depender de una tía a la que le sobraban hijos y
le faltaban recursos y buena ley. Un día escapó y pronto, con apenas catorce
años, se enroló en el ejército musulmán como una manera de sobrevivir en una
sociedad cada vez más convulsa. También le pareció la mejor manera de comer
todos los días sin terminar en lúgubres y apestosos calabozos. Zayda, por su
parte era una joven díscola y soñadora, la hija menor y la más bella de un
próspero comerciante de tejidos y sedas que, prendado de sus negocios, se veía
en la necesidad de pasar gran parte del año fuera del pueblo. Su sagacidad le
llevaba incluso a comerciar con los propios cristianos, ya que, a pesar de la
evidente sobriedad y racanería de éstos, estaba muy interesado en ganar su
confianza, consciente como era de que aquel, cada vez más poderoso ejército, se
iba apoderando lentamente de toda la comarca e incluso del propio reino. Zayda
nunca había salido del pueblo. Allí nació y allí había permanecido toda su, todavía,
escasa adolescencia. Conocía cada rincón de la villa como la palma de su mano.
Se encontraba Alhamrah situado en
lo alto de una colina y desde sus diversas atalayas se podía apreciar el
espectacular paisaje de toda la comarca de Montiel hasta donde la vista era
capaz de alcanzar. Desde cualquier punto que se observara, la visión de las
tierras rojas que daban nombre al pueblo eran fastuosas, pero era desde el
mirador situado en la parte oeste donde se apreciaba en toda su plenitud el
castillo donde estaba destinado Umar, estratégicamente situado en lo alto de
otra colina lindante y que servía de salvaguarda de la propia villa.
Aquel se convirtió en su lugar de
reunión más deseado. Zayda siempre acudía con una manzana que entregaba a Umar.
Ella se reservaba otra, y juntos las comían mirándose a los ojos y envueltos en
un silencio cómplice. Paladeaban los momentos con intensidad y pasión,
alargando tanto como podían aquellos mágicos instantes, mientras proclamaban a
los cuatro vientos, con la luna y la inmensidad de los campos sembrados como
únicos testigos, la fortaleza de su amor.
Con el paso de las semanas su
amor iba incrementándose a la par que la duración de sus encuentros se fue
haciendo más y más escasa. También se iban espaciando en el tiempo. Los
escarceos y ataques de las tropas cristianas cada vez eran más asiduos y Umar
debía de estar en su torre de vigilancia, alerta. Entonces, durante aquellos
lentos y tediosos días, Zayda se sentaba entre las piedras, bajo las estrellas,
y desde allí vigilaba el castillo y soñaba con el próximo encuentro. Ella aseguraba
poder ver a su apuesto soldado erguido en su torre, vigilante y valeroso.
Fue aquel día durante uno de los
más cruentos ataques del ejército de la cruz cuando sucedió. Zayda se
encontraba refugiada en su casa junto a sus hermanas, como les exigía su padre por
su seguridad, cuando de repente sintió una
fuerte punzada en lo más profundo de su pecho. Un mal presagio la
embargó y desoyendo los gritos de sus hermanas, Zayda salió corriendo hacia su
atalaya. Horrorizada, contemplo la batalla que se estaba produciendo. Desde
aquel privilegiado lugar se podía apreciar perfectamente. El ataque cristiano
fue repelido una vez más, pero toda la cuesta de la loma se había sembrado de cadáveres. La torre de vigilancia
donde debía estar Umar estaba vacía. Fueron varios los que juraron que habían
visto una flecha atravesar su corazón y como cayó rodando colina abajo hasta
los mismos pies del cerro, pero por más que buscaron su cuerpo jamás fue
encontrado. Umar había desaparecido para siempre.
Zayda se negó a creerlo. Desde
aquel trágico día no se separó del lugar que era un templo sagrado para ellos,
esperando a que apareciese su amor. La joven estaba convencida de que Umar
regresaría a por ella. Llevó consigo un cesto de las más hermosas y rojas manzanas
que lentamente se fueron pudriendo. Pasaron los días, y las semanas, la joven no
se alejaba de la atalaya y apenas se alimentaba. Su padre, alarmado por la cada
vez más extrema locura de su hija, se decidió a tomar medidas. La sacó a la
fuerza de entre aquellas piedras y la encerró con llave en su habitación.
Fueron dos días en los que Zayda creyó enloquecer, los gritos y los golpes
resonaban constantemente. Sus hermanas lloraban sin cesar, alarmadas por la
desquiciada demencia de Zayda. De repente, al tercer día y de forma inesperada,
la joven se calmó. Eso permitió que su padre relajara la vigilancia confiando
en la recuperación y en el buen juicio de su hija. A la cuarta noche Zayda
desapareció.
La buscaron por todas partes,
pero jamás la encontraron.
Ocurrió durante las primeras
luces del alba, al día siguiente de la desaparición de Zayda. Esa mañana, el
sol amaneció de un rojo intenso, bañando con un resplandor de sangre todo el
firmamento. Lo perros ladraban, los lobos aullaron y las caballos, ya fueran de
batalla o de labor se removían inquietos y asustados. Los campesinos que ya faenaban
se llenaron de temor y las tropas de ambos bandos, que se encontraban listas
para un nuevo asalto, lo tomaron como un signo de mal augurio y se vieron
obligados a postergar la batalla.
Lentamente, el sol volvió a
inundar con sus tonos cálidos habituales la tierra y los campos, también las
gentes, y los animales se calmaron. Pero lo verdaderamente sorprendente fue
cuando descubrieron que una nueva y enorme piedra, surgida de la nada, se había
formado milagrosamente en el mismo lugar en el que aquellos jóvenes, misteriosamente
desaparecidos, se encontraban para declararse su amor todos los días.
A muchos les pareció que esa nueva
roca eran Umar y Zayda que, entrelazados por un encantamiento que iba más allá
de la razón humana, se habían unido, ya para siempre, en la eternidad de los
enamorados.
Así fue, desde entonces, que aquel precioso lugar es conocido
por todos los habitantes de Alhambra como el mirador de la peña de “El Novio la Manzana”
Nota del autor: Es esta una versión muy libre de una leyenda bastante desconocida pero que realmente existe en Alhambra sobre ésta peña de "El Novio la Manzana". Alhambra es el pueblo de mis padres y de mis abuelos..
Preciosa la leyenda y mucho más tu versión. Qué historia tan bonita y qué bien la cuentas!El poder y el misterio del amor...Me encanta.
ResponderEliminarUn beso
¡Ah, amigo, los amores invencibles tienen mucho poder....!
ResponderEliminarMuy acertada la versión, me chifló! Aquí me tenías, en la cocina, controlando el horno y con la boca abierta ¡me debes una cena! Jajajaa!
Un beso y feliz día.
Un relato que tiene todo el hechizo de aquellos tiempos, y el condimento del amor eterno. Nos deja de boca abierta y con la ilusión de que en ese lugar Umar y Zayda, siguen encontrandose...
ResponderEliminarbesos
Un relato con el hechizo del amor en un pueblo que recuerdas con mucho amor.
ResponderEliminarVete tu a saber, a lo mejor, quién sabe...
ResponderEliminarSalud
Una historia muy tierna y romántica que bien merece haberse convertido en leyenda. Muchas gracias por rescatarla y haberla traído hasta nuestros encuentros jueveros!
ResponderEliminar=)
Que tendrán las leyendas, los mitos, aquello que realmente pasó o tal vez no, pero que se ha quedado en la mitologia popular, cada pueblo, aldea, tiene la suya particular, historias que nos hacen soñar con otros tiempos, con otras gentes, con guerreros enamoradizos con bellas damas salidas de las mil y una noches, con amores sellados con sangre, que al final se convierten en algo petreo e indestructible con el paso de los siglos.
ResponderEliminarsencillamente genial reecontrarse con historias así.
un abrazo
Precioso relato amoroso, leyenda hermosa la que nos dedicas.
ResponderEliminarPara siempre los dos enamorados se miran de frente Umar y Zayda. Fragancia de manzana eterna tus palabras. Muy bueno y dulce y eterno. Besito.
Hola José Vte. llevo toda la mañana fuera de casa.
ResponderEliminarEstoy cansada y este ratito que me he sentado a leer esta bella y triste historia de amor que nos ragalas, acompaña mi descanso, me deleita y de paso aprovecho el tiempo que es oro.
Lo que más me duele en el alma, cuando nombran las Guerras Santas.
Ninguna Guerra es Santa, yo tengo amigas musulmanas y nos queremos mucho a pesar de que yo soy cristiana.
Un beso para ti y Concha, Montserrat.
Déjame ponerme el traje de quien amo desmesuradamente y lo dejó grabado a fuego para los anales de la historia...
ResponderEliminar¿Y qué yo no haya pasado nunca por aquí?
Bueno, más vale tarde que nunca, y más después del gesto tan cariñoso que has tenído con nosotras.
Ya estás apuntado para la lectura de maldita, pasado el sorteo pondré fecha a la lectura y a las reseñas y aunque te de igual, te apunto al sorteo con 5 puntos jejeje ok?
Muchos besos y millones de gracias
Me ha gustado mucho esta historia, es estupenda.
ResponderEliminarBicos
Bonita historia y muy bien contada, ya lo dicen que el amor mueve montañas, en este caso lo que se transformó en roca.
ResponderEliminarUn abrazo
Que hermosa historia, y es que el amor es magico y puede con todo.
ResponderEliminarEres de una tierra hermosisima, me encanta.
Abrazos
Me gustan mucho las leyendas y esta me ha encantado, con todo ese amor de Zayda hacia su gentil Umar. Qué bien que tu que la conoces de primera mano, la hagas prevalecer en el tiempo, para que se siga trasmitiendo y no muera.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte.
Leer tu relato ha sido placentero como el sabor una de esas manzanas regaladas por amor. ¡Ay si las piedras hablaran!
ResponderEliminarUn beso
Preciosa leyenda, José Vte. en la cultura popular hay muchas hermosas leyendas como esta que nos narras sobre la peña conocida como El Novio de la Manzana. El amor triunfa por encima de guerras, por encima de diferencias culturales, por encima de sueños imposibles.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola José Vicente: Amarradita me tienes con tus maravillos cuentos.
ResponderEliminarHe despertado un montón de dias, con tu campanilla, que tiene forma de libro. Gracias amigo, me gustará seguirte,porque tú intuyo que nos vas a dar, mucho trabajo y mucho de que hablar.
recibe junto con tu esposa, todo mi cariño.
Esta versión libre sobre el intenso y pétreo tanto como duradero amor de esta pareja de enamorados, es muy hermosa.
ResponderEliminarEs preciosa José V.; no conocía esta leyenda sobre los restos de la torre y las nuevas piedras que milagrosamente aparecieron :))
un abrazo amigo
:)
¡Que bello relato! ¿Sabes? Has conseguido trasportarme a aquellos tiempos y me he metido tanto en la historia que tenía intriga por saber el final, aunque ya suponía que sería agridulce. Una bonita historia de amor que comenzó gracias a un cesto de manzanas. ¿Quién se lo iba a decir a Zayda y Umar? Un beso.
ResponderEliminarHola José Vicente.
ResponderEliminarHa sido un verdadero deleite el que rescataras esta linda historia convertida en leyenda para este jueves. Tu versión "muy libre" se merece un 10. Me encantó.
Un abrazo.
Maat
Hola Jose Vicente, ahora entiendo la frase popular " Cuando el amor es fuerte se convierte en roca " tu relato atrapa y te lleva a esa Epoca del Medievo, donde el amor encontraba dificiles salidas.
ResponderEliminarComo romantica que soy,me gusta pensar que algo real, se convirtió en leyenda.Me gusto mucho.
Besos amigo.
¡Hermoso relato José Vicente! las leyendas de amores frustrados en vida, pero que perduran en la eternidad nos traen esa ilusión de que el amor todo lo puede, y vence las malas prácticas de los humanos, y las malas artes del tiempo.
ResponderEliminarHermosa tierra por cierto, de rojos como las fragantes manzanas...
Abrazo
Un gran relato, sí señor! verdaderamente es un placer leerte.
ResponderEliminarLa leyenda, sin dudas tiene un encanto por demás particular, y viendo esa roca tallada por la naturaleza, dejando entrever la imagen de los jóvenes amantes, le otorga una dosis de magia aún mayor- Parece querer dejar constancia de que la historia tiene sus raíces verdaderas, más allá de mitos y leyendas.
Un beso al vuelo!
Gaby*
Wau! No sé como lo haces, pero se me han vuelto a poner los pelos de punta! Caramba Jose, tiene razón Irene, Cada vez escribes mejor. Cuando leí el relato de la colina, creí que aunque escribieses más relatos, ninguno me transmitiría esa sensación que hace que se te ponga la piel de gallina. Cuando he terminado de leer este, has vuelto a dejarme perplejo. Muchas gracias.
ResponderEliminarPor cierto, aquí te dejo un enlace con el blog donde subiré los capítulos de mi libro de zombis. Aunque después de leer el relato, caramba ¡Cuanto me queda por aprender! ojala algún día, sea capaz de transmitir cosas tan bonitas como las que transmites tú.
Un abrazo.
jajajaj Encima se me olvida ponerte el enlace si esque...
Eliminarhttp://eldiazero.blogspot.com.es/2012/05/prologo-i.html
Magnificamente transcrita la leyenda, merece la pena escribir una novela con ella. Felicidades
ResponderEliminarMuy buena la historia, bien narrada. Me han dado ganas de ir a Alhambra a verla. En México existe una similar sobre la formación de dos volcanes que hace un tiempo recreé.
ResponderEliminarUn abrazo y felicidades por la publicación de Despertar.
Me ha encantado la leyenda y tu magnífica forma de narrarla. Qué nostalgia de esos amores de juventud, de esas miradas que queman por dentro y esa intensidad con la que se disfruta de los pequeños momentos. ¡Cuántas bellas historias como ésta acaban de la misma forma!
ResponderEliminarParece que los amores para ser eternos tienen que acabar en el momento oportuno.
Felicidades por todo. Un beso.
Una leyenda para llevarla a la pantalla. Bella historia de amor,una versión muy personal y para extenderte en ella.Felicitaciones.
ResponderEliminarUn abrazo.
Que bonita leyenda... me ha gustado que pudiera ser real ese amor y como la has narrado.
ResponderEliminarBesos
uuyyysss !!!
ResponderEliminarque linda historia, me gusto mucho y aquella historia de amor...
Ay, Jose Vicente, que bello es el amor , ese que nos ilumina a cada momento. Ese sentimiento que a veces, sobrevive a la tragedia...
ResponderEliminarPara tragedia, las mías...