jueves, 1 de marzo de 2012

Este jueves un relato - El apego a un objeto

Dos cosas: Primero que nada dar las gracias a todos los jueveros por el magnífico recibimiento que me habéis dado, me siento muy a gusto aquí. La siguiente es que aprovechando los "deberes" que nos puso la profesora del taller de narrativa y que debo de presentar y leer este propio jueves, he pensado en unir ambas cosas. ¡Gandul que es uno!. La propuesta del taller era continuar el relato a partir del primer párrafo, que es un pequeño fragmento de la "Historia Interminable" de Michael Ende. Entremezclado en  el cuento está el apego real a un objeto que Sindel ha propuesto para esta semana. Así pues...


La camiseta de fútbol


El reloj de la torre dio las 4. La turbia luz del día había ido desapareciendo, estaba demasiado oscuro para seguir leyendo. Bastian dejó el libro a un lado. ¿Qué podía hacer ahora?
Eso mismo se preguntó Roberto, ¿Qué hago ahora?, igual que le ocurriera a Bastian, a él también se le había echado la noche encima y apenas podía ver lo que estaba leyendo, así es que pensó que, a pesar de lo interesante que estaba la historia, debía de dejarlo. Mañana averiguaría si Bastian  regresaba a casa o si le devolvía el libro robado al señor Koreander y, lo que más le intrigaba, saber si Atreyu recuperaría la memoria perdida al traspasar el Espejo Mágico. Bueno – se dijo – mañana lo sabré.
Echando una última mirada al óvalo de serpiente mordiéndose la cola de la portada, cerró el  libro. Todos, incluida su mujer, le censuraban porque ya era demasiado mayor para ese tipo de literatura tan fantasiosa, pero que le iba a hacer, a él le gustaban y disfrutaba como con ninguna otra cosa leyéndolos. Le recordaban mucho su niñez en aquellas  interminables tardes de tebeos y aventuras con Julio Verne y Tom Sawyer
.
Ya se disponía a bajar del desván de la casona heredada de su abuela, cuando reparó en el baúl, éste se hallaba semioculto al fondo de la caótica sala. La curiosidad le hizo acercarse.
La llave estaba colocada en la cerradura. Cuando lo abrió, un pequeño nudo se le puso en la garganta. Allí estaban gran parte de los juguetes que aun recordaba y que hacía tantos años que no veía. Empezó a escarbar entre aquella maraña de objetos de su infancia. Allí estaban sus Mádelman, algunos peluches, entre ellos el viejo Simba, el león que fue su compañero de almohada durante tantas noches, el tren eléctrico, sus antiguos Juegos Reunidos, algunos cuentos troquelados y el álbum de cromos de Vida y Color que tanto le costó terminar. También encontró, bien plegadita dentro de una bolsa y colocada al fondo del baúl, su vieja camiseta de portero de fútbol.

Fue cuando la tuvo entre sus manos que se vio asimismo con ocho años en los días previos a la noche de Reyes. Él y sus amigos, que tenían formado un brillante y aguerrido equipo de fútbol, decidieron que ya era hora de desterrar las falsas camisetas de cientos de colores con los que cada uno acudía a jugar los sábados por la mañana y equiparse como los futbolistas buenos. Todos vestirían igual e iban a ser la envidia de los demás equipos del pueblo y los alrededores. Iban a ser un equipo de fútbol de verdad. Decidieron que ese año cada uno le iba a pedir a los Reyes Magos su propio equipaje de fútbol.

La duda surgió al decidir de qué equipo serían los colores que iban a lucir. El Barcelona no podía ser, a los que eran del Real Madrid no les gustaba, del Valencia tampoco, era todo blanco y no lucía, además se ensuciaba enseguida. Tras varias y arduas deliberaciones, con suspicaces empujones incluidos, finalmente decidieron adoptar la camiseta del Atlético de Madrid. Ese era el más vistoso, con sus franjas blancas y rojas y el pantalón azul. Era una indumentaria que lucía mucho. Roberto como era el portero pediría la camiseta verde con botones en el cuello, pero el pantalón también sería azul, además de las rodilleras y los guantes.

Y esa mañana de Reyes llegó. Cuando Roberto y su hermano se levantaron por la mañana, acudieron, emocionados como todos los años y junto al resto de hermanos, al comedor para ver lo que los Magos les habían traído. Entusiasmados comprobaron que efectivamente los equipajes de fútbol estaban ahí, bien plegaditos, brillantes e inmaculados, junto a sus zapatos; además les habían dejado un balón de reglamento que olía a nuevo que embriagaba. No podían esperar nada mejor.
Sin perder tiempo se colocaron los equipajes y rápidamente bajaron a la calle. Allí ya se estaban reuniendo el resto de amigos, todos bien dispuestos con sus deslumbrantes camisetas rojiblancas y su pantalón azul y con unas enormes ganas de acudir al río para pedir partido al primer equipo que se presentara.

Tres horas después regresaron, agotados y llenos de barro hasta las cejas, esa mañana festiva había amanecido lluviosa y de las camisetas no se distinguían ni las rayas, pero se sentían orgullosos y satisfechos de ser un equipo de verdad.

Ahora, tantos años después, Roberto no recordaba si aquel partido lo habían ganado o no. Con una media sonrisa pensó en lo poco que aquello importaba.
Con mimo, guardó de nuevo su camiseta de portero de fútbol en la bolsa y la colocó en el fondo del baúl junto al resto de los juguetes. Pensó en lo feliz que le había hecho volver a verla y en cuantas veces algunos objetos, insignificantes y  olvidados consiguen el milagro de llenar nuestro complicado mundo de melancólica alegría. - Esta es su verdadera historia, siempre interminable – pensó - la de conseguir hacernos un poco felices cada vez que evocamos nuestro propio recuerdo por medio de esas pequeñas cosas que un día fueron importantes - .
Satisfecho con lo descubierto, Roberto cerró el baúl y se marchó. Mañana sin duda volvería a subir y seguiría leyendo las fantásticas aventuras de Bastian y Atreyu en el país de Fantasía.

Safe Creative #1202291219386
Más objetos inolvidables en casa de Sindel

30 comentarios:

  1. Es decir, el país de Fantasía está en nuestra propia mente, en nuestros recuerdos, en la melancolía que a veces nos invade al imaginarnos en pantalón corto... Sí, bien trabado, bien contado, estoy de acuerdo.

    ResponderEliminar
  2. Si no fuera por nuestra propia fantasía lo íbamos a pasar muy mal en esta vida de realidades tantas veces desagradables...
    Salud

    ResponderEliminar
  3. No hay edad para la fantasía, o por lo menos, no debería haberla.La humanidad sería mucho mejor, más generosa, más sincera, más comprometida con sus semejantes...poder conservar en algún rincón del corazón y del recuerdo parte de aquella inocencia de niño es un lujo, un verdadero tesoro al que nadie debería renunciar.

    Un abrazo.

    P.d1
    me alegra que te sientas cómodo en este mundo juevero!
    p.d2
    lo de hacer tareas con un 2 x 1 es muy astuto de tu parte! =)

    ResponderEliminar
  4. Hola Jose Vicente:
    Yo es que estoy encantada con los juves literarios, me permiten expresarme tantas cosas,y compartir experiencias muy bellas, como las de tu relato. Hay cosas que nos recuerdan sitios, eventos, personas...eso es lo bonito.
    Besos

    ResponderEliminar
  5. Nos pusimos sin pensarlo en la misma frecuencia "retro" personal... Esas pequeñas y simples cosas, que eran las más grandes en aquellos tiempos. Y entre nos, las mejores de todos los tiempos, que nos hicieron vibran al vivirlas y ahora al revivirlas.
    Me hiciste ver y vivir toda la historia que narraste. ¿Eso es bueno no? ¡Bravo! Yo creo que es más que bueno para el escritor, poner a soñar a sus fans.
    ¿Te llegó el papalote lleno de sorpresas?

    ResponderEliminar
  6. La historia interminable, volar sobre el dragón vestido de portero.

    He sentido esa emoción del primer partido ¿ganado o perdido? poco importa, importa el juego.
    El juego de las palabras jueveras es otra maravilla que nos impulsa y nos comunica.
    Salves José, y a seguir el hilo mágico del interminable cuento.

    ResponderEliminar
  7. Ni se sabe el desarrollo del acontecimiento, la suma de ilusiones del día, del encuentro, de lucir la camiseta esperada y de la felicidad de olor a nuevo, se creó un recuerdo imborrable. Todavía recuerdo el olor a muñeca nueva...

    Un abrazo, compañero!
    Ahí va ese cafelito.

    ResponderEliminar
  8. te comentaré ahciendo caso a una metáfora que hay incrustrada en tu texto...a ver si soy capaz de explicarme...
    el texto es clícico...un círclo...comienza con el señor mayor, se desarrolla en su infancia,para vover al señor mayor...es la vida misma,.j. vicente...en lo formal tu texto es la vida misma, insisto...por que qué se es de mayor, además de mayor, un niño...volvemos a los inicios...no sé, me ha llamado la atención esta cuestión en tu texto...
    por otra parte, qué poder tienen , y es verdad, los objetos que un buen día guardamos...el poder de activar los recuerdos, el poder de conseguir volver a ser niños, como en el caso de tu relato...aunque sabes, muchas veces he pensado que incluso sin los objetos,esos activadores de los recuerdos, podemos recordar...pero, si te digo la verdad, esto es mentira, pues si no son los objetos, casi siempre lo que activa nuestros recuerdos es algo...bien unas palabras, bien una imagen que vemos, etc,...es como si nuestros recuerdos estuvieran contenidos más que en nuestro cerebro, en ls mismos objetos o situaciones, en los activadores...
    joderse, me he enrollado, j. vicente...
    medio beso.

    ResponderEliminar
  9. Hombre!!!, tampoco hace falta que te insultes, yo lo llamaría práctico no gandul y como ejercicio no voy a opinar, jejeje, soy contraria a cualquier tipo de taller literario, no lo tomes a mal, pero me gusta que cada cual escriba a su estilo, pero es solo una opinión muy personal, espero que no se te pegue mucho del estilo del profesor que lo imparta, jejeje, miles de besossssssssssss

    ResponderEliminar
  10. Unas palabrejas. En primer lugar reitero mi agradecimiento a los jueves y los jueveros, me siento muy a gusto, es verdad que me daba miedo el reto de escribir algo sensato cada semana, pero los retos están ahí, para superarlos. Muchas gracias a todos.

    Segundo, soy consciente de que el párrafo de la Historia Interminable del taller con la camiseta de fútbol como un objeto inolvidable, está un poco metida con calzador, pero me parecía una oportunidad ideal para mezclar ambos conceptos, para hablar sobre la importancia de no encerrarnos en la realidad sobria e importante del día a día. Un punto de mentalidad fantasiosa es fundamental, al menos yo lo considero importante, y dentro de esa fantasía yo incluyo los recuerdos, a los que nos podemos asir en los momentos difíciles.
    Como bien dice Gustavo, los recuerdos pueden venir en cualquier momento, pero casi siempre es algo, una palabra, una persona o un objeto la que nos traslada a momentos de nuestro pasado, generalmente agradables. Son instantes que incluso cuando nos pueda hacer algo de daño, por ser un tiempo pasado y que no regresará, nos suelen hacer felices. Son los pequeños sabores de los que se alimenta la vida.

    Tercero. El taller de narrativa, en realidad en éste taller no considero que su fin sea influir en nuestra manera de escribir, y es algo que me gusta, los escritos los solemos leer ante todos y la profesora nos explica como lo fundamentamos con el tema propuesto, pero en general no suele hacer críticas negativas ni cuestiona nunca nuestro trabajo, tampoco nos guia sobre la manera de escribirla.
    De hecho la profesora, Elena Torres, nunca ha escrito narrativa, es poeta y bastante reconocida.

    Un abrazo a todos y muchas gracias

    ResponderEliminar
  11. Los objetos que permanecen en nosotros, que guardamos con cariño, son como las fotografías en lo que tienen de captura de unos momentos de nuestra vida, aquellos momentos en que tuvieron un papel significativo en ellas. Esos momentos son los que evocamos cada vez que, como en tu relato, entramos en contacto con esos objetos.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  12. Que recuerdos, me has hecho reverdecer viejos tiempos, pues yo también tenia esa camiseta del aleti, es pantalón azul, esas media rojas y blancas, jeje, esos partidos en el rio interminables que no paraban hasta que la noche nos mandaba a casa, como vereis queridos comentaristas jugábamos en el mismo equipo, pero hay que ver lo bien que parabas. igual que escribes, uno lo intenta pero no llega, igual me pasaba en el equipo..
    nunca fui bueno para jugar de titular..

    saludos

    ResponderEliminar
  13. Considérame juevera, José Vicente. Tu relato, que parte de La historia interminable, admite cualquier cosa. Te has ido a la infancia de cada uno y a todos nos llegas. Desde el propio recuerdo de su lectura, al baúl que acumulamos a lo largo de los años. Me ha encantado.
    Muchos besos siempre.

    ResponderEliminar
  14. Tu relato tan entrañable me ha recordado a uno de mis hijos que estuvo leyendo la Historia Interminable durante meses y meses, la acababa y volvía a empezar, yo le decía que había más libros pero él que descubrió este después de ver la película le gustó tanto que creo que le ayudó mucho a sobrellevar las vicisitudes de la infancia y se la hizo mucho más feliz.


    Un abrazo José Vte.

    ResponderEliminar
  15. Práctico Jose Vicente más que gandul jejeje, andamos de tiempo regular.
    Me ha gustado este relato si, ese comienzo enganchando el historia interminable con la historia de este hombre, el recuerdo de su infancia llena de juegos e ilusión y ese objeto de apego,la camiseta
    de portero. La vida misma, una espiral.
    Un abrazo juevero.

    ResponderEliminar
  16. Los has ligado de maravilla con la Historia Interminable, José Vicente. Además, la ternura que invade este relato es un imán poderoso que te pega a él y te hace sonreír con dulce nostalgia.
    Efectivamente, Fantasía está en nosotros, en nuestros sueños y, también, en nuestros más preciados recuerdos.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  17. Julián, ya te dije yo que este relato te sonaría, jejeje. Y a ver que decimos, que yo jugaba de portero porque no valía para otra cosa, jajaja.
    Vaya camisetas chulas, ¿eeeeehhh?

    Un abrazo

    ResponderEliminar
  18. que linda y nostálgica historia y que bello puede ser lo que no deja en el alma un simple objeto

    ResponderEliminar
  19. Cuando el lector se engancha y se mete en la historia que le cuentan, creo que el que escribe se siente "realizado". Pues yo por un rato delicioso,tuve puesta esa camiseta a rayas de brillantes colores (donde destacó un uruguayo jejeje) y tampoco se si gané o no, pero que me divertí y soñé lo suficiente, como para ser mayor y seguir disfrutando de las fantasías que nos da la lectura. Y ni qué decir de cuando escribimos!!!

    Me alegra saber que eres felíz también vistiendo la camiseta de los jueveros. Yo estoy muy contenta con tu llegada a nosotros.

    un fuerte abrazo.

    ResponderEliminar
  20. La verdad es que siempre hay una prenda de vestir con la que nos sentimos más cómodo, o bien por su significado o por algo dificil de definir, como si fuera una segunda piel. Tu caso es claro, que es por su significado, el futbol i lo que representó una camiseta nueva.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  21. José Vte, primero quiero agradecerte a vos por participar de estos encuentros jueveros y maravillarnos con tus relatos. Pero este jueves en especial por compartirlo desde mi casita literaria.
    El relato me encantó, me llenó de sensaciones emotivas y nostálgicas. Y comprendo bien al protagonista y su sentir al ver de nuevo la camiseta.
    Un abrazo enorme.

    ResponderEliminar
  22. Siento mi retraso en leerte pero te aseguro que hacerlo proporciona unos instante de felicidad, fijando en la cara una sonrisa infantil e ingenua.
    Enhorabuena! tu taller de literatura creativa te está proporcionando aún más posibilidades de imaginación y fantasía, además de ilusión por buscar un modo especial de hacernos llegar tus hermosas palabras en textos tan bien elaborados como este.
    No llegué a leer por completo La historia interminable de M. Endel, pero si ahora me atreviera con esta novela pensaría en ti jajaja.

    un abrazo amigo
    me encantó tu lectura.

    :)

    ResponderEliminar
  23. Primero una confesión: van dos veces que aprovecho un texto para taller de cuentos y jueves, y espero que sean más, jeje; no creo que sea por gandul, sino por poder trabajar más una historia.
    Tu relato, me gusta esa tercera dimensión de la historia interminable y que sea un hombre de edad que se niega a dejar atrás fantasía e ilusiones.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  24. que lindo relato...me identificio mucho... yo amaba las camisetas de futbol y jugaba como loco todo el día... por supuesto el barro era lo que menos importaba... sin dudas tengo mi camiseta vieja... azul y blanca... y me recuerda aquellas épocas. UN saludo!

    ResponderEliminar
  25. Siempre es bueno en todos los grupos que entre gente nueva, que se renueve la sangre para no caer en la rutina. Vosotros habéis sido como un soplo de aire fresco.
    respecto a tu relato creo que la ceño te va a poner buena nota...jajaja Me ha gustado mucho, más bien me ha atrapado hasta el final. Recuerdo a mis amigos con su camiseta de fútbol, sin duda con tanto aprecio en otras épocas.
    felicidades ya nos contaras como te fue en el taller.
    Besitos

    ResponderEliminar
  26. Tu relato nos lleva a momentos que todos conocemos y que mágicamente nos hace soñar en esos días tan especiales donde la ilusión y la inocencia se entremezclan... me gustó, has hilvanado un mundo de fantasía al de nuestra ilusión infantil... que no dejaba de ser eso, no?

    Besos

    ResponderEliminar
  27. Lo mejor de tus relatos, amigo José Vicente, es que están escritos desde el corazón. Creo que es porque de vez en cuando abres la caja de los recuerdos y juegas un rato con el niño que fuiste, para no olvidarlo.
    Es un relato con magia, propio de alguien que no ha perdido la ilusión.
    Un fuerte abrazo.

    ResponderEliminar
  28. Soy una fervorosa fan de "La historia interminable"... me gusta cómo has unido ambos trabajos y nos has retrotraído a la infancia :)

    abrazos y feliz domingo

    ResponderEliminar
  29. Que historia tan tierna, retroceder en el tiempo con los recuerdos, casi acariciarlos como este relato ha hecho con la camiseta. ¡Cuánta ilusión!¿Verdad? Me encantó, a pesar que a mi no me gusta mucho el futbol.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  30. Fantástica camiseta que a pesar del barro seguía luciendo a colchonero. Ilusión por el rigor y la seriedad de un equipo con camisetas iguales. Doy por hecho que era la época en la que después del partido se llevaban a lavar a casa.

    Texto muy familiar, ameno y divertido, con el el que me identifico. La primera vez que me puse una camiseta de futbol, dormí con ella y no me la quité hasta después del partido... Y también era a listas rojas y blancas.

    Abrazos

    ResponderEliminar