Ahora que llegaba el final, era cuando esperaba ver pasar
toda su vida a través de la escasa vista que le quedaba. ¡Había oído contar tantas veces como eso
ocurría! Andrés empezaba a notar como las fuerzas le abandonaban, viejo y cansado
como se sentía, sólo esperaba el momento que era inevitable. Estaba preparado,
iba a morir en paz, tranquilo y rodeado de muchas personas, de sus
hijos, de sus nietos, de toda la gente que consideraba importantes para su vida.
Sólo deseaba que el último fuera un agradable paseo, un camino suave como un
remanso agradable y feliz.
Entonces ocurrió. Lentamente comenzó a verse a sí mismo
muchos años atrás. Era un mozalbete de apenas ocho años que iba a la escuela
primaria del pequeño pueblo donde nació. Fue ese día cuando, como por encanto,
apareció ella. Entró al aula graciosa y altanera como solía ser y él no
necesitó más que esos breves instantes para quedarse embelesado, ya para
siempre. A pesar de desearlo con todas sus fuerzas, la niña no se sentó a su
lado, pasó de largo y fue a sentarse dos filas más atrás, pero colocada de
manera que con un simple giro de cabeza podía verla siempre que quería. Desde
ese momento las clases fueron una continua y anhelada búsqueda de miradas
indiscretas, que provocaron, no sólo que la maestra le regañara en multitud de
ocasiones por la escasa atención que ponía, si no que sus pupilas furtivamente
encontradas una frente a la otra, hicieran lo imposible por cruzarse a cada
instante. Siempre lo conseguía.
Al curso siguiente ya se sentaban juntos en el pupitre. Se
hicieron buenos amigos, casi inseparables. Andrés, a la salida del colegio, la
acompañaba siempre hasta su casa, ella subía velozmente, recogía su merienda y
juntos pasaban el resto de la tarde hasta que,
ya anochecido, regresaban. Andrés nunca olvidaría aquellas tardes y como
se sentía la persona más feliz de la
Tierra en los solitarios regresos hacía su casa.
Con el transcurrir de los años su relación se fue
acrecentando y reafirmando. Todos en el pueblo sabían que acabaría en boda. Era
inevitable. Pero fue cuando ambos tenían dieciocho años que tuvieron que
separarse. Esa fue la primera y la única vez que sucedió. Ella continuó con sus
estudios en la ciudad, él tuvo que emigrar para trabajar. Fueron dos años de
echarse de menos y cartas diarias. Dos años en los que su amor, ahora alejado, se
acrecentó extraordinariamente. Parecía que la distancia en lugar de olvido
trajese esperanza y en lugar de recuerdos mostrase palabras y oculta entre ellas
la seguridad del inevitable reencuentro. Se prometieron amor eterno y refugiado
entre su compromiso estaba el juramento de que cuando Andrés volviera se
casarían sin remisión.
Así lo hicieron y ya sí que nunca más volverían a separarse.
Poco a poco su casa se fue llenando, de hijos primero, hasta cinco, y de nietos
después. La juventud, fogosa, dejó paso a la madurez estable y esta a una
serena y confortable vejez. Nunca se sintió sólo, su casa fue, durante años y años, un
hervidero de personas pululando, su propia familia. Y niños, muchos niños que
reían, gritaban y correteaban de un lado a otro volviéndole loco… de pura
felicidad.
Nunca, ni en el mejor de sus sueños pudo imaginar lo mucho
que le había regalado la vida.
Ahora en su ocaso, cuando estaba a punto de dar su última
exhalación, era testigo de su propia existencia, y como si de un caleidoscopio
se tratara, la contemplaba descompuesta en formas y colores vivos y radiantes.
Esa había sido su vida, la que él había deseado.
Ahora llegaba el final, era bien consciente de ello, y
aunque lo hacía rodeado de todos sus seres queridos, sabía que faltaba uno, la
más importante. Faltaba ella, quien le había dado la serenidad y la armonía
necesaria durante todos esos años en común para hacerle disfrutar de tanta
felicidad como había gozado. Pero en el que era en el último instante de su
vida, ella no estaba. Se había marchado antes que él y su vida desde entonces se
había ido convirtiendo en una insípida y lánguida eternidad.
Y fue entonces, en el instante fugaz en que cerró los ojos
para siempre, en aquel momento supremo
en que exhalaba su último suspiro, sólo entonces se dio cuenta de que no podía
recordar el nombre de quien había sido su compañera durante toda aquella vida
feliz…
Un instante después de que los monitores anunciaran, sin
margen de error, que Andrés había muerto, alguien dio la orden final y entonces
un ejército de personas, hasta entonces silenciosas, salió de los lugares más
inverosímiles entre los ocultos paneles de la amplia habitación.
Con agilidad eficiente comenzaron a desconectar aparatos
ocultos y máquinas silenciosas y todos los que hasta hacía un momento rodeaban
apenados el cuerpo de Andrés, se aflojaron corbatas, se despojaron de velos y se
encaminaron raudos hacía sus propios camerinos.
Nadie parecía reparar ya que en aquella habitación permanecía
el cuerpo inerte de una persona que segundos antes era el centro del universo y
a la que todos habían llorado desconsoladamente. Sólo una persona se mantuvo
junto a él incluso cuando se apagaron las luces del plató, su propio hijo. Miraba
fijamente a Andrés que mantenía en su rostro un sereno gesto de satisfacción, luego
se acercó para despedirse y tras tocar delicadamente su cabeza con la mano, en
una sincera y apenada alegría, murmuró:
- Finalmente encontrando tu propia felicidad has saboreado la vida que siempre deseaste.
Este relato nace de un ejercicio del taller literario sobre la felicidad en todas las etapas de la vida como "leit motiv". Días después leí ésta entrevista con José Luis Guinot, jefe de Oncología Radioterápica en el Instituto Valenciano de Oncología. Creo que es un buen complemento a la vez que clarificadora con el fondo de la historia.
Que relato más duro, está claro que al final de la vida todos haremos un balance, espero que nos salga positivo, sino no habrá valido la pena... un saludo.
ResponderEliminarLa próxima entrada algo más alegre...
Impactante, chico. Al principio me parecía un relato manido, previsible. El giro final es muy interesante. Recuerda siempre esto: no te empeñes en contestar todas las preguntas, porque la literatura se alimenta de ellas. Tal como hiciste en este cuento.
ResponderEliminarQuizá no debería comentar nada y que cada cual interprete el relato a su manera, como bien dice Ramón, es una historia con algunos matices abiertos y que puede dar pie a variadas interpretaciones. Aunque es verdad que está planteado así, ligeramente abierto. si que quiero matizar unicamente que en ningún momento he pensado en hacer una historia dura, ni tampòco triste, aunque hable de la muerte. Al fin y al cabo todos hemos de pasar por ese trance.
ResponderEliminarAspirar a ser feliz es algo a lo que ningún ser humano debería de renunciar ni aun en el mismo momento de su despedida.
Muchas gracias por vuestro comentarios
Un abrazo
Yo, como el protagonista de tu historia también espero que mi último paseo sea suave y agradable. De verdad pienso que el tránsito de esta vida a la otra no puede ser de otra manera.
ResponderEliminarHa sido muy emotivo, José Vicente.
Feliz Navidad, amigo.
Quería comentar y se me ha olvidado en el comentario anterior que quizás algún día cuente lo que sucedió en el taller (y la noche anterior en casa) cuando leí este cuento por primera vez. (Sí, porque en el taller leemos, cada uno lo que ha escrito, que ya da bastante corte, ya.)
ResponderEliminarAprovecho para agradecerle a Fayna su comentario, con el que estoy de acuerdo en su primera parte.
Un abrazo
También aprovecho para desearle a Mª Carmen, la mujer de mi buen amigo Julián que se mejore bien y pronto de la operación que le han realizado hoy.
¡¡¡Ánimo Mª Carmen!!!
Parece que estás aprovechando las clases en el taller. El personaje de tu relato podría ser el retrato de cualquier persona que desea vivir con ilusión y que hace un balance de su vida, y sale positivo.
ResponderEliminarY aprovecho tu entrada para enviarte una noticia que tiene alguna relación con ella. Te pongo el enlace.
http://www.abc.es/20111214/medios-redes/abci-cosas-antes-morir-201112140931.html#.Tum95HpO8_A.facebook
Un abrazo.
El circulo se cierra, el paso de la vida a la muerte lo cuentas tal como es una sala de hospital, te vas dejando ir suave, tranquilo y tras la marcha un ejercito de manos y cables, frio y real.
ResponderEliminarUn relato muy bien guiado.
Un abrazo y felices fiestas Jose Vicente.
Amigo José Vicente, me has emocionado un poco, pues me acuerdo de personas cercanas que no hace mucho han dejado este mundo.
ResponderEliminarQue bien escribes macho, me encanta leerte jeje.
Un abrazo y hasta pronto.
Muy bueno el relato!! Dicen que cuando se acerca la muerte es como revelsr un rollo de fotografias, revivimos los momentos pasados, solo nos queda esperar que las fotos reveladas sean de gozo y no de tristeza y pesar. Un placer leerte!
ResponderEliminarMerry Kisimusi!!
Gracias José, estaré 2 meses ausente de mi blog, hasta que haya publicado mi libro HISTORIAS DE SESY BO, ç
ResponderEliminarFeliz Navidad
Con ternura
Sor.Cecilia
Creo que llevar una vida plena y feliz es lo importante. Un buen relato Jose Vte.
ResponderEliminarUn abrazo
No me parece una historia dura. Vivir y morir en paz rodeado de las personas que amas y te aman.
ResponderEliminarAlgo mejor que pedir a la vida?
En cuanto al hecho de no recordar el nombre de su mujer, podemos verlo como que, al lugar donde vamos, ya todos seremos uno y no son necesarios
Un buen relato
Felicidades
Un abrazo
Hola Jose Vte...
ResponderEliminarme ha parecido que el personaje de este relato ha llevado una vida llena de paz, de amor duradero, pues mantenerse toda la vida al lado del amor de infancia es un privilegio de pocos...que aborda sus momentos finales rodeado de familia y personas que le quieren...a mi no me importaría nada que así fuera para mi este final.
Un escrito lleno de sentimiento.
¡ojalá nuestra vida se vaya llenando de cariños y estemos satisfechos de ella a la hora de morir!
Me ha gustado.
Un beso.
José vicnte: de nuevo te has marcado, una historia simpre hermosa. La del momento en que un cuerpo cansino, agotado, sale en busca de la felicidad, que sin duda hallará,con sus seres mas queridos, que ya atravesaron, el humbral de la vida.
ResponderEliminarQue tengas un buén fin de semana.Un abrazo
José, un bonito relato nos has narrado, y es que la muerte forma parte de la vida pero cuando la muerte está cerca es cuando nos damos cuenta de lo importante que supone la vida.
ResponderEliminarUn beso.
Un paso inevitable y que, tarde o temprano, todos tenemos que dar; yo solo espero no ser una carga y no anden todos "deseando" que acabe cuanto antes.
ResponderEliminarUn giro final, interesante :)
dos abrazos
La vida y la muerte siempre tan unidas, siempre tan distantes, a un paso una de otra, hoy estamos aquí tan tranquilo, escribiendo comentarios, escribiendo entradas en nuestros blogs, mañana igual estamos en una fria sala de quirófanos en un hospital debatiéndonos, en lo frágiles que somos repasando lo bueno y lo malo, que hemos hecho, esperando ese momento,,,,,,,
ResponderEliminarbueno me estoy poniendo demasiado drámatico, lo cierto es que todo ha pasado, hemos salido del hospital, todo ha salido bien, volveremos a reir con nuestros amigos y familiares, a celebrar fiestas, cumpleaños, el cielo puede esperar...
gracias amigo Jose por tu apoyo,,,
De "un hervidero de gente pululando" ¿ha quedado un solo hijo?
ResponderEliminarNo deja de ser curioso que hoy haya leido un articulo que se llama :"Las cinco cosas de las que nos arrepentimos antes de morir", lo puedes encontrar en www.abc.es. Se vé que el personaje de tu relato si había disfrutado de la vida y pudo morir en paz. Gracias por regalarnos con la lectura de tus relatos Jose Vte. Un abrazo.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar¿Realidad o ficción?. ¿Recordaba realmente como había sido su vida o soñaba con como quería que hubiese sido?. Un interesante relato.
ResponderEliminarFelices fiestas y mi deseo de un año lleno de alegrías, de cariño a raudales y de éxitos en lo que desees.
Un abrazo
ibso
Un fin del mundo particular, personal. Que diablos, esa idea del fin del mundo colectivo parece que no nos va. Me encanta la primera frase.
ResponderEliminarY el final, el contexto, dejar este mundo con paz y sabiduría.
Un saludo José Vicente.
Impacta leer el texto, felicitaciones.
ResponderEliminarUn abrazo, te sigo.