En la fría mañana - Relato

                         

                         En la fría mañana

  Nada más oscuro que la mente de un maltratador

  

        -  ‘La venganza es un placer que se sirve en plato frío’  -  pensó.

Hacía ya largo rato que esperaba, sigilosamente acurrucado, en un portal solitario de aquella calle que tan bien conocía. Era temprano y hacía mucho frío. Volvió a ajustarse el cuello del abrigo alrededor de las orejas. No podía negar que era una suerte que el frío helado de los últimos días le permitiera camuflarse en sus propias ropas con normalidad y sin llamar la atención, no podía permitir que nadie le reconociera, no ahora que se había decidido a terminar con aquella mentira. Ahora que definitivamente iba a tomarse su justa venganza.

Su mano derecha se removía impaciente en el interior del bolsillo de su abrigo, y sus dedos jugueteaban nerviosamente con el mango del cuchillo que cada vez más parecía estar quemándole la mano. Los minutos pasaban. ¿Cuánto tiempo llevaba esperando? ¿Quince minutos, veinte?, la realidad es que el tiempo parecía no correr y se estaba impacientando. Pero él sabía que tenía que suceder, eso era seguro. Hoy todo iba a terminar.

A pesar del tiempo transcurrido desde que lo tiraran como a un perro, él recordaba perfectamente las costumbres de aquella intrigante. Sabía que esa era la hora que llevaba a Inés al colegio. Inés, su pequeña, su niña. ¡Cuánto la echaba de menos! Su madre, esa insidiosa y falsa pécora se había encargado de quitársela, con la ayuda de la zorra de la juez, ambas bien compinchadas habían conseguido dejarle sin nada.

No pudo evitar que su pensamiento volara entre la espesa niebla fría que le estaba cortando los huesos. Recordó con nostalgia aquellos años felices de su matrimonio, cuando todo estaba en su lugar, todo…hasta aquel día en que ella regresó del último ingreso en el hospital. Llegó cambiada. Las mujerzuelas de aquella asociación le habían comido el seso y ya nunca nada fue igual.

El siempre se consideró a si mismo una buena persona y un buen padre. Tenía un carácter fuerte, es verdad, pero tenía buen fondo. Trataba de mesurarse siempre que podía, aunque muchas veces sus arranques violentos y de mal genio le cegaban un poco. Él lo sabía y por eso sus esfuerzos por contenerse. Había días en los que  reprendía excesivamente a su mujer, sobre todo desde que llegó la niña, pero era por su bien, tenía que aprender la mejor manera de educarla.  Sólo trataba de inculcarles lo que a él  mismo le habían enseñado. Su padre siempre le dijo que a las mujeres una buena ostia a tiempo era la mejor manera de meterlas en vereda y sus padres siempre habían estado bien unidos. Era por su bien. Había muchas ocasiones en las que se le iba un poco la mano, no lo podía evitar. Luego siempre se sentía mal, se arrepentía sin remedio. No en vano fue él mismo quien la llevó las tres veces al hospital. Bien sabía Dios cuanto le dolían a él todas esas situaciones.

Fue cuando regresó de su última estancia en el hospital, cuando todo cambió. Todas aquellas rameras, consiguieron echarle de su propia casa. Se hartó de llamarla por teléfono sin conseguir nunca nada, sólo desplantes, intentó en ocasiones abordarla por la calle, deseaba hablar con ella y pedirle que le dejara regresar, incluso llegó a pedirle perdón. Sólo deseaba que volviera con él, juró que iba a cambiar. Pero ella nunca escuchaba, sólo corría, huía de él. Luego siempre oía el ulular de las sirenas de la policía. Ya no lo soportaba más.

Hoy por fin era el día en que toda esa mierda se iba a acabar. En estos momentos la ve salir del portal de su casa, lleva de la mano a Inés, como todos los días. Fugazmente no puede evitar un pensamiento de cariño hacia ellas y en cuanto las echa de menos. Pero ese pensamiento dura poco, no puede, no debe dudar. Hoy ha de terminar todo.

Con disimulo vuelve a ajustarse el cuello del abrigo por encima de las orejas,  - ¡menos mal que hace tanto frío! – piensa. Luego, unos segundos después comienza a caminar, lleva la cabeza gacha, bien resguardada dentro del abrigo. Mientras, del  bolsillo, lentamente pero con seguridad, comienza a sacar ese cuchillo que hasta hace un momento le quemaba entre las manos. 


Cita y texto y montaje fotográfico de José Vte. García