Susana, con el codo apoyado en la mesa y sujetándose la cabeza con la mano, removía sin cesar y con gesto entre serio y preocupado, los escasos cereales que daban vueltas en el interior del enorme tazón de leche con cacao del desayuno.
-
Vamos, Susana,
termínate los cereales que nos tenemos que ir – apremió mamá
-
¿Va a venir
también papá? – preguntó Susana sin quitar la vista de los mareados copos.
-
¡Pues claro que
viene!, ¿Tu crees que se lo iba a perder?
-
…..
-
¡Mamá, y si me
sale mal!
-
No te va a salir
mal, cariño, lleváis muchos días entrenando y tú eres la que mejor lanza la
jabalina.
-
Ya, pero ¿y si me
sale mal o se me cae?, todos se van a reír de mí.
-
Nadie se va a
reír de ti, cielo. Lo vas a hacer muy bien. ¡Ya verás!
-
Cuando a Raquel se
le cayó la bola encima del pie sí que nos reímos todos, y yo no quiero que se
rían de mí.
La mamá de
Susana no pudo reprimir la risa, que intentó disimular lo mejor que pudo ante
la confesión de su hija; aun así intentó quitarle de la cabeza una preocupación
que lo único que iba a conseguir era ponerla todavía más nerviosa.
-
Pero eso fue sólo
un entrenamiento cariño, ya verás como ahora en el campeonato va a ir todo estupendamente.
Venga, termínate el desayuno que papá ya nos espera con el coche.
Susana, con evidente
desgana, bebió un sorbo del tazón, que rápidamente y con gesto de desagrado escupió
de nuevo a la taza; tenía el estómago lleno de gatitos y no le entraba nada más.
Se levantó refunfuñando de la silla y, aprovechando que su madre había salido
de la cocina, cogió el bol de leche con cereales con ambas manos y, con cuidado
de no derramarla, la tiró al fregadero; luego, se limpió con la manga del
chándal los restos de cacao que le había quedado alrededor de la boca y se fue
corriendo, escaleras abajo, hasta la calle. Allí su padre estaba terminando de
colocar en el maletero del coche, la bolsa de deporte y los utensilios para el
campeonato escolar de atletismo, de segundo y tercero de primaria, que se
organizaba todos los años entre los diversos colegios de la ciudad, y en el que
Susana participaba lanzando la jabalina.
-
Papi, ¿ya nos
vamos? – preguntó ansiosa
-
Si, cuqui,
termino de cargar la jabalina en el maletero y en cuanto baje la mami nos
vamos.
-
¿Tú crees que lo
haré bien?
Su padre la
cogió en brazos con dulzura, no cabía duda de que el asunto éste del campeonato
escolar la tenía realmente preocupada. Había pasado toda la noche hablando en
sueños y sin duda había tenido más de una pesadilla. Comenzó a jugar con ella
haciéndole cosquillas en la barriga, eso era algo a lo que Susana no se podía
resistir, reía a gusto y siempre pedía más.
-
¿Como que si lo
vas a hacer bien? – Dijo papá - lo vas a hacer estupendamente, porque eres la
más guapa y la mejor, y al que diga lo contrario le como el ombligo ¡asíiiiii!
- la niña se retorcía a gusto riendo a carcajadas.
Al cabo de un
rato mamá bajaba por las escaleras, llegando a tiempo para ver el estrambótico espectáculo
que representaba su hija a punto de caerse del brazo de su marido, que estaba
ofuscado en darle mordisquitos al ombligo a la vez que cosquilleaba la barriga
de la niña. Rápidamente se dispuso a poner definitivamente un poco de cordura
en aquella cómica escena con un tajante: ¡Vámonos!
Y así lo
hicieron, una vez apaciguada la fiebre por el agradable terremoto de
cosquillas, Susana, que se encontraba bien sujeta en su sillita con el cinturón
de seguridad, miró a través de la ventanilla. A esas horas y sin apenas nubes,
el cielo tenía un fuerte color rojizo que asustó mucho a la niña. El gesto
serio y preocupado volvió a su cara mientras el coche, definitivamente, se
ponía en marcha.
Una hora más
tarde, Susana se encontraba en el polideportivo. Había llegado su turno. No
pudo evitar un ligero temblor en las piernas cuando entró, con pasos lentos y titubeantes,
en el círculo de tiro. Ahora sí que estaba verdaderamente asustada; no le
gustaba nada estar allí y sólo deseaba salir corriendo e ir al parque a jugar con
mamá. Pero eso ya no podía ser y a pesar del susto que tenía, pudo sacar algo
de valor para agarrar con fuerza la jabalina que llevaba en la mano y se
preparó.
Miró a su
alrededor, a su derecha estaba su profesor de gimnasia, que le daba ánimos sin
cesar, y a su izquierda había una señora que actuaba como juez y que, haciendo
aspavientos con las manos, le estaba indicando donde debía de colocarse. Alrededor
de donde ella se encontraba y desperdigados por el campo estaban sus compañeros
del cole y otros muchos niños que no conocía. Las gradas del pequeño
polideportivo municipal, estaban llenas de padres que disfrutaban con las
hazañas deportivas de sus hijos. Papá y mamá también esperaban emocionados a
que Susana realizara su lanzamiento.
La niña buscó con
la mirada a su profesor que, con una sonrisa, le pedía que no hiciera caso de
nada y lanzara lo más fuerte que pudiera. Ella asintió. Se colocó en posición, en
el centro del semicírculo, con el brazo derecho extendido todo lo que pudo
hacía atrás. La larga jabalina la superaba con creces, pero aun así Susana
quiso reflejar una imagen atlética como la que había visto en los cromos que le
había enseñado su padre. Respiró hondo, y luego, tras dar una corta carrera,
lanzó la jabalina al aire con todas sus fuerzas.
Lo que ocurrió
entonces fue difícil de explicar. Probablemente la jabalina se le resbalara de la mano, quizá realizó un mal giro con la
muñeca o tal vez dio un pequeño traspiés al correr; la realidad era que la
jabalina se había quedado bien clavada apenas a un palmo de su pie derecho.
El incidente no
pasó por alto para nadie; algunos reían con estruendosas carcajadas, señalándola con el dedo, otros simplemente
aplaudían animándola y unos pocos la miraban con cierta empatía y algo de pena.
Susana estaba reviviendo la peor pesadilla que había tenido esa misma noche y mantenía
la esperanza de que en aquel momento la tierra se iba a abrir y se la tragaría...
pero eso nunca ocurrió.
Durante un buen
rato la niña siguió allí, de pie, mirando a su alrededor con ojos como platos y
muerta de vergüenza. Cuando por fin pudo reaccionar, dejó la jabalina clavada
donde estaba y se fue corriendo hacia las gradas, donde estaban sus papás. Unos
lagrimones, grandes y acuosos como puños, le caían por la cara en un lloro
incontenible y rabioso. En su alocada carrera fue sorteando a la gente por las
gradas, hasta que encontró a su madre, contra quien se lanzó, con vehemencia, sobre
su regazo.
Con su niña en
brazos, mamá no pudo evitar una apenada mueca llena de infinita ternura,
mientras miraba, primero a su hija y luego a su marido. Nunca hubiera imaginado
una situación así, pero en seguida se dio cuenta de que ahora es cuando llegaba
el momento más duro de su labor como padres y no pudo evitar pensar en cómo se
las iban a ingeniar para tratar de convertir en normalidad lo que para una niña
de siete años era la mayor de las tragedias.
Quería hacer dos consideraciones. La primera es pedir disculpas porque las historias que presento a Paradela, casi siempre son algo extensas. Eso es debido, en parte, a que intento sacar lo mejor de mí en estos pequeños cuentos, porque el evento lo merece y la competencia, como es fácilmente demostrable, es superlativa. Entonces para poder desarrollar lo que quiero contar necesito de todo ese espacio. Así es que mis disculpas.
ResponderEliminarEl segundo punto es una dedicatoria. Esta historia va dedicada especialmente a mi hija Laura. Hace muchos años, cuando ella era una niña, le sucedió algo parecido a lo que aquí cuento, o sea que tiene un punto de partida basado en hechos reales. Ella siempre me dice que yo se lo recuerdo y que me río al hacerlo. Ahora encima lo escribo (con su permiso). Por ello ahí va mi dedicatoria envuelta en un besazo tan grande como el corazón que tiene.
Muchas gracias a todos y que gane el mejor
Tenía doce años cuando tuve que presentar un festival de canción infantil y juvenil de mi ciudad. Recuerdo aquel día como si hubiese ocurrido hace diez minutos. Mientras me arreglaba, vestido nuevo para la ocasión, me temblaban hasta las horquillas del recogido. Entonces mi pare me dijo: “Tranquila, nariz de chicle (él me llamaba así cuando estaba cariñoso), cuando estés en el escenario imagínate a todo el público desnudo, verás como ya no te sientes tan observada y te resultará más fácil tu misión”. Obedecí. Y ocurrió que aquella imagen dantesca de todos los padres de los concursantes desnudos me puso aún más nerviosa. Cuando terminó el evento me contaron que cada vez que tenía que anunciar una actuación decía: “Y ahora van a JUGAR…”, en vez de “actuar”. Fue espantoso; pero lo cierto es que muchas veces los niños olvidan y superan antes que los padres.
ResponderEliminarHa sido muy buena idea hacer un relato de una experiencia personal de tu hija, muchos nos sentimos identificados, como padres y como hijos.
Un abrazo y a disfrutar, que es de lo que se trata. Claro, también te deseo mucha suerte.
Una historia muy bonita, espero que tengas mucho éxito. Me gusta mucho.
ResponderEliminarBicos
Siempre he pensado que aprendemos más de los fracasos que de los triunfos. Sobre todo si los que nos rodean saben ayudarnos a asimilar y darle a la situación la importancia que tiene.
ResponderEliminarSuerte, José Vicente. Yo creo que no tienes nada de que disculparte.
Me ha gustado mucho, y como bien dicen en algún comentario , lo más difícil es hacer que los pequeños no se amarguen y sepan encajar los fracasos.
ResponderEliminarEso es lo que nos convierte en personas ; gracias por contarlo tan bien , que sepas que se lo leeré a mi hija que tiene una tolerancia mínima al fracaso,por eso no la meto en ningún tipo de competición y creo que me estoy equivocando en ese sentido.
Tarde o temprano tendrá que enfrentarse a la justa medida de las cosas y eso sólo se aprende fracasando.
Un beso y mucha suerte , para tu nena también .
Una tremenda experiencia narrada con mucho cariño.
ResponderEliminarY ¿por qué pides disculpas por la extensión del relato, niño? :)
suerte y un abrazo
Cuando lo vale, como es siempre tu caso, la extensión no se siente. Me gustó mucho palpar la ternura de los padres, para convertir ese tropiezo en un escalón por subir, en la escalera emocional de la hija. Tan así, que ahora ella, toda una mujer, autoriza que se exponga al mundo.
ResponderEliminar¡Éxito, Jose!
Hola ..
ResponderEliminar“Por favor. URGENTE! Envíame una foto tuya por multimedia. Tengo amigos que no creen que duendes existen”
Feliz haloween
Alguna vez de niños nos ha pasado algo similar, pero aunque se reían, era importante para nosotros.
ResponderEliminarMucha suerte y un besazo.
Lo bueno cuanto más mejor, me ha gustado mucho y te deseo suerte y a todos.
ResponderEliminarSaludos.
Super a toda pastilla el concurso, mucha calidad y buen hacer todos los que participan, me ha gustado la historia.
ResponderEliminarTodos no identificamos con relato porque a todos nos ha pasado una historia como esa con jabalina o sin ella, muy buena entrada para el concurso, un saludo.
ResponderEliminarPobre! vivir así lo que esperaba fuera un triunfo, pero la vida lleva eso, triunfos y fracasos. Desde pequeños han de aprender a encajar una cosa u otra. Esta niña tiene la suerte de contar con unos buenos maestros.
ResponderEliminarSuerte Jose Vicente.
Un abrazo.
Preciosa historia y si encima es basada en un hecho real aún me gusta más.
ResponderEliminarComo bien dice Mariajesus, se aprende más de los errores que de los éxitos.
Suerte Jose y un abrazo
Ayy, que chiquita, se merecía todos los abrazos de su madre y de su padre. Te puedo decir que cosas de esas suelen pasar, menos mal que se olvidan pronto. Yo apunté a mi hija a baloncesto, y lo de entrenar lo llevaba muy bien, pero cuando tenía que competir, ella se quedaba en casa. Nunca la obligué, pero no sé si hice bien.
ResponderEliminarUn relato muy bien escrito, y para nada se hace largo.
Un abrazo y suerte :)
Mucha Suerte, Jose Vte y muchos, muchos besos para todas las Susanas.
ResponderEliminarTu tono 'modo tennura on' es híper-envidiable. Encima de escribir con gusto y cariño, tienes en tu casa una vida verdadera. Con lo cual, ya tienes más que el 80% de los usuarios de la Blogocosa y el Tuiter. Eres un afortunado. Un día apedrearemos tu huerto.
ResponderEliminarA causa/consecuencia de esa tennura y esa vida verdadera, narras tus historias. Pero que sea la última vez que pides 'disculpas' (¿?) por la extensión que tienen. NO son extensas. Son relaticos pequeños. Extenso es el 'Ulises' de Joyce que me voy a meter ahora entre pecho y espalda.
En cuanto al concurso en sí, sabes que te quiero (por fallero y por violento, como buen valenciano), pero esta vez permíteme que haga campaña descarada por Reyes. Que me ha conquistao la mushasha con su entrada dedicada a un capullo.
Bicos pa Laura y pa vos.
Bueno, vale, pues me habéis convencido. Se perfectamente que éste relato y otros que he colocado para Paradela no son en si mismos largos para leer, si los encuentras escritos en un periódico, en un libro o mismamente en un e-book, no son extensos para nada, pero si que quizá me parecen un poco largos para leerlos en la pantalla del ordenador que siempre se hace algo más pesado. Pero bueno, creo que teneis razón.
ResponderEliminarPor eso retiro las disculpas que he dado, achacando que el relato es largo, las historias tienen que tener la exensión precisa que el autor considere adecuado.
Muchas gracias por vuestro consejo.
Y muchas gracias por vuestros comentarios de parte de ambos.
Larisa no es necesaario que apedrees mi huerto, ya estaría apedreado..., si lo tuviera.
Un abrazo a todos
Tu dices que es largo y ha mi se me ha quedado corto.
ResponderEliminarTe superas en cada relato. Mis felicitaciones.
Mucha suerte y muchos besos
Un relato vital, mejor dicho, de experiencia vivida.
ResponderEliminarEnfrentarse de niño a las dificultades es ir poco a poco aprendiendo a vivir y esto es muy importante.
Reciba mis saludos.
También creo que no debes pedir disculpas. Es tu post, tu blog y tu escribes como más te gusta, sobre los temas que decides en ese momento y con la extensión que consideras la más oportuna...
ResponderEliminaren cuanto a los fracasos, ¿quien no ha sufrido/vivido un revés, una decepción o ciertos descalabros en su vida? dejando atrás el triunfo y el éxito... todos y todas. Solo así se aprende; de esto me doy cuenta ahora con treinta y picooooo :))
muy bien escrito, como siempre J. Vicente. Espero y deseo que quedes entre los mejores.
un abrazo muy fuerte.
Me has cautivado con tu precioso relato. Si además está basado en algo parecido que le ocurrió a tu hija, tiene doble valor, y es una enseñanza de como los fracasos con cariño nos ayudan a madurar.
ResponderEliminarMucha suerte.
Muy tierno relato. Muchos padres pasamos por esto de ensaeñar a nuestros hijos enfrentar, lo que llamamos fracaso. Lo mas importante de todo esot es tambien, el apoyo emocional de los padres y de los amigos ante una situacion asei. Todos somos falibles y por ello no valemos menos, esto hay que enseñarlo a temprana edad. Hasta muy pronto!
ResponderEliminarMadurar es asumir que puedes fracasar aunque tengas todos los apoyos posibles. Pero, ¿si nunca nos cayéramos como aprenderíamos a levantarnos?.
ResponderEliminarUn abrazo y mucha suerte
ibso
D A M N A T I
Largo pero bueno. En este caso no se cumple el refrán de que "lo bueno si breve, dos veces buenos". Suerte en el concurso.
ResponderEliminar¿Quien no ha vivido alguna experiencia similar?.
ResponderEliminarEs un placer leerte
Suerte
Las historias que tienen base real son las que más facilmente llegan al lector, y ésta me enterneció.
ResponderEliminarUn abrazo.
Un buen relato entrañable y entregado a los tuyos y a la vida...
ResponderEliminarcreo que esa fortuna se gana además a pulso.
Un beso
Me ha parecido un bue relato, quizás algo largo, pero ameno y siempre aprendemos de esos fracasos tontos.
ResponderEliminarTE dejo mi ternura
Sor. Cecilia
Este relato me trae recuerdos de cuando metiamos la pata, (o la seguimos metiendo) por cualquier motivo, sin querer,a veces forzados por los ganas de quedar bien delante de nuestros amigos, familia, novios, novias, y la verdad es que queda absolutamente cómico y gracioso, despuès con el tiempo lo recordamos y nos reimos con más ganas aun, somos humanos, y torpes como nosotros solo sabemos hacerlo, no puedo mas que esbozar un sonrisa despues de leer este relato tan humano jeje¡
ResponderEliminaruna abrazo
hola me aparecido una historia graciosa aunque tiene su fondo dramatico para la niña , es una historia en donde te sientes identificada en el difícil mundo de la infancia donde todo puede ser cruel o maravilloso .gracias por escribirla y a triunfar con tu libro vas a tener mas exito del que te imaginas y yo soy un poquito bruja .ja..ja.. tu consuegri ; silvia lazaro
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