Los ojos de Cleopatra

Recuerdo, hace ya muchos años, cuando una de las pocas diversiones que habían los domingos era pasarlo en el cine. A veces íbamos al de estreno, pero pocas, sólamente cuando nos lo podíamos permitír. O, y era lo más habitual, íbamos al del barrio que eran de sesión continua y además echaban dos y hasta tres películas, según el cine, y allí, entre tiros, peleas, risas y algún que otro susto, pasábamos la tarde. En el pueblo donde yo me crié, en Mislata, habían hasta tres cines.

El Cultural, era el más cercano a mi casa. Allí siempre ponían dos películas cada semana. A mi me encantaba pasar los domingos por la noche por allí, una vez que dejaba a mi novia y me paraba un rato para ver los carteles con las fotos y los posters de las películas que iban a pasar esa semana.
Luego estaba el cine Español. Cutre donde los hubiera, con los asientos de madera. Que había que tener valor para pasar las más de seis horas, que sentados allí, nos ventilábamos las tres películas que nos ponían. Películas que dicho hoy suenan antiguas y de la más penosa serie Z, pero que nosotros las disfrutábamos y las saboreábamos con aquel regusto que solo los niños saben apreciar ante algo que les parece diferente y emocionante. Películas de un supermán en blanco y negro, algo regordete y poco volador. De Tarzán y no solo las del gran Johnny Weissmuller. O del Santo Enmascarado de Plata, con sus peleas de lucha libre, tan de moda en aquellos tiempos. Y como no, aquellas películas japonesas de Gozilla o de monstruos remotos y platillos volantes que harían sonrojar al mismísimo Ed Wood.
Siempre recordaré al dueño, taquillero y acomodador de aquel entrañable cine, un señor ya anciano que constantemente y con toda la amabilidad del mundo nos iba dando las gracias cada vez que le comprábamos una entrada, o nos la cortaba. Era poca la gente que iba a aquel incómodo cine, salvo excepciones, y supongo que él era consciente de ello. Finalmente cerraría
Por último  estaba el cine de más calidad y categoría de Mislata, el cine Sur. Este se encontraba a la entrada del pueblo, pegado con la propia Valencia. ¡Allí si que echaban buenas películas!, las más nuevas, recién pasadas por los cines de estreno llegaban allí. Siempre ponían una película nueva y otra un poco de relleno. Tenía butacas cómodas y amplias, y un gran anfiteatro que no era como los gallineros de los demás cines, éste era como los de los teatros. El interior estaba decorado en rojo y tenía aspecto señorial.

Allí, en aquella encopetada sala, en la gran pantalla de aquel cine de mi pueblo,  fue cuando pude contemplar por primera vez los ojos de Cleopatra, la reina de Egipto. Y ya para siempre supe que esos ojos de color violeta, esos ojos que cambiaban de color según la luz que los iluminara, esos ojos claros bellos y fascinantes, pertenecían a Elizabeth Taylor. Y probablemente en ese momento comprendí el significado de la palabra "esplendor" . Liz Tayor era la más genuina y la más auténtica leyenda del Hoollywood, clasico e inmortal, y probablemente a la mujer que mejor le ajustaba el atributo de estrella. 

Hoy esos ojos que vieron como medio mundo se rendía plegado a su belleza, que presenciaron como el cine se rendía ante su gran talento de actriz, que desafiaron rompiendo todos los estandares del corazón con sus multiples matrimonios y amoríos, y que juzgaron con el reconocimiento del Premio Principe de Asturias por su labor a favor del Sida. Hoy esos ojos maravillosos se han cerrado para siempre.

Protagonizó auténticas obras maestras del cine durante muchas décadas, algunas de ellas están entre mis preferidas de siempre. Pero hoy quiero despedirla tal como la descubrí. En mi más sincero homenaje el diálogo final de Cleopatra, tras la muerte de la soberana.


¿Fue una acción digna por parte de tu ama? - pregunto el romano.
Y la esclava contesto:
!Muy digna en verdad, como corresponde a la última Reina de tan noble estirpe de soberanos.! 

Magestuosa entrada de Cleopatra en Roma, desde mi punto de vista una de las mejores escenas de toda la historia del cine 



Porque nunca a habido una reina como Elizabeth Taylor en Cleopatra, ni nunca una reina ha brillado tanto.