(La historia de los caseros)
1ª Parte
Al Sr. Joaquín y a la Sra. Tomasa los conocí
hace ya varios años, habían sido vecinos del pueblo y ya tenían una edad, sobre
los sesenta años rondarían. No eran personas a las que la suerte hubiera
acompañado.
El Sr. Joaquín siempre fue labrador, pero nunca había
tenido tierras propias, así es que siempre iba de un lado a otro, buscando
campos que labrar ó que recolectar; en la época de la siega, para el tiempo de
la vendimia o en la recogida de la oliva. Allí donde hubiera posibilidad de un
contrato de temporero, allí estaba él. Su vida era errante, siempre de un aquí
para allá, buscando una estabilidad y una seguridad que nunca llegaba. La Sra. Tomasa siempre
estaba a su lado, desde que se casaron, siempre juntos, en las adversidades y
en los momentos de felicidad.
Cuando llegaban las temporadas de siega o de siembra, solían ir de finca en finca buscando
que los contrataran a ambos, pero no siempre lo conseguían, eran tiempos de
escasez y las cuadrillas rápidamente se llenaban. Así es que la Sra. Tomasa se
encargaba de administrar el poco jornal que traía el Sr. Joaquín estirándolo
todo cuanto podía. Cuando tenían la fortuna de conseguir que los contrataran a
los dos, sobre todo para la siega del trigo, podían, gracias al dinerillo
extra, permitirse algún pequeño lujo, como un par de zapatos para ella o algún
pantalón nuevo para él.
-
De pana gruesa, -
decía la Sra. Tomasa
siempre práctica - que duran más.
Tras ocho años de matrimonio y, cuando ya con resignado
pesar no lo esperaban, tuvieron un hijo al que llamaron Ángel. Ese niño colmó
todas sus ilusiones.
-
¡Por muy dura que
sea la vida, por muy duro que sea el trabajo, tener a alguien por quién vivir y
por quién luchar, lo compensa todo! – decía la Sra. Tomasa
En las grandes fincas que rodeaban al pueblo siempre había
habido mucha caza y a los señores de la capital les gustaba pasar algunos días
en los cotos, cazando liebres, perdices y por supuesto algún que otro jabalí.
El Sr. Joaquín, gracias a la amistad que había forjado tiempo atrás con el
mayoral de una de las fincas, por unos trabajos que le hiciera, consiguió que
le contrataran durante algunas temporadas como ayudante para llevar las
escopetas, y las piezas de caza. El salario no era muy grande, pero los señores
daban buenas propinas si se les daba bien la jornada de caza. Esta era una
buena manera de ganarse la vida en los meses de poca faena en el campo.
Aquellos eran tiempos de posguerra, en los que el trabajo era escaso y mal
pagado y éstas eran buenas oportunidades que no se podían dejar escapar.
Pronto, el Sr. Joaquín, se destacó por su buen hacer
siguiendo el rastro de la caza, incluso competía con los mismos sabuesos a la
hora de capturar la pieza. En poco tiempo alcanzó cierta fama en la comarca y
consiguió que todos los cazadores quisieran tenerle como ayudante, lo que se convirtió
en mejores propinas y alguna liebre o una perdiz que a menudo acababa en su
zurrón, como regalo de los agradecidos señores.
En casa, estos regalos, eran bien recibidos y a los cuales la Sra. Tomasa sabía
sacarle partido como nadie, con cada liebre o con cada pareja de perdices,
sabía ingeniárselas para elaborar buenos guisos para casi una semana.
-
¡La necesidad
agudiza el ingenio! – solía decir.
Pasaron los años y el muchacho creció sano y fuerte, tanto
era así que unos días después de cumplir Ángel los doce años, el Sr. Joaquín
pensó que sería buena idea llevárselo con él para que le ayudara y de paso que
se fuera espabilando. Así lo hizo, a la Sra. Tomasa no le hizo mucha gracia, aun lo veía
muy joven para ir a la caza, pero al final y ante la insistencia de ellos,
accedió.
Para Ángel aquello era divertido, le gustaba correr tras
los sabuesos para una vez abatida la pieza, arrancársela de la boca al perro,
que con saña la mordía y la remataba, luego, después de enseñársela al cazador,
la metía en la cesta que llevaba colgada al cuello en forma de bandolera.
Ángel estaba cada vez más entusiasmado con una labor que
para él era como un juego, no solo se veía compitiendo con su propio padre,
también con los propios perros. Corría detrás de las piezas como alma que lleva
el diablo, su inexperiencia la suplía con unas ganas y un desparpajo fuera de
lo común. Los señores valoraban mucho esa actitud y esa buena predisposición
que demostraba el muchacho, y así lo confirmaban con los piropos y las propinas
extras que a menudo les daban.
No fue sino al quinto día de caza que ocurrió la tragedia.
La fatalidad quiso que un cazador inexperto, y un atribulado muchacho con
ansias de agradar, se cruzaran en un desgraciado disparo que paró en seco y
para siempre la juvenil vitalidad de Ángel.
La noticia de la muerte del muchacho en aquel desgraciado
accidente corrió como la pólvora por todas partes, dejando de luto a toda la
comarca. La partida de caza, temporalmente, fue suspendida.
Al Sr. Joaquín le pagaron todos los gastos del entierro
además de darle un sobre con dos mil pesetas
-
Para reparar, en lo
posible, el terrible daño que se ha causado debido a un desgraciado y fortuito
accidente - les dijeron al darles el pésame después del entierro.
El Sr. Joaquín ya nunca más volvió a ser el mismo, un
sentimiento de culpa le bloqueó durante mucho tiempo y le amargó durante toda
su vida, la Sra. Tomasa,
con más entereza, tomó las riendas de la casa, y sobreponiéndose, casi obligó a
su marido a asumir la situación.
-
Le llevamos en
nuestro corazón y es lo único que importa. Nuestro hijo nos guía y quiere que
sigamos adelante – le decía constantemente.
El Sr. Joaquín dejó para siempre la caza, volvió a buscarse
la vida como temporero, ofreciéndose por lo que le pagaran y trabajando de sol
a sol, sin descanso, siempre por unas pocas pesetas. La Sra. Tomasa tuvo que
volver a hacer de la necesidad un arte para sobrevivir.
Fueron pasando los años y sus vidas se tornaron errantes,
sin techo fijo, sin lugar donde asentarse y con pocas esperanzas de
encontrarlo. Con cada año que pasaba las jornadas de trabajo que conseguían
eran menores, ya no rendían como antes y pocos eran los que los contrataban,
así es que tenían que aceptar los trabajos que nadie quería, los más duros y
los peor pagados. A la
Sra., Tomasa ya no le quedaban lágrimas, y al Sr. Tomás nada
parecía importarle demasiado. Se volvió callado y taciturno y sólo albergaba
una esperanza, que el transcurrir de los días no fuera excesivamente lento.
Continua...
Ilustración: Bosque en Crespúsculo
Autora: Silvia Lázaro
Original: Oleo en técnica mixta
Ilustración: Bosque en Crespúsculo
Autora: Silvia Lázaro
Original: Oleo en técnica mixta
Ëste relato se lo quiero dedicar con toda humildad a las víctimas del atentado terrorista del 11 de marzo de 2004 y a sus familiares, en éste día que se cumple el 7º aniversario.
ResponderEliminarQue descansen en paz y que nunca se vuelva a repetir.
Pues...
ResponderEliminarme parece una dedicatoria un poco tragica ya tuvieron bastante no te parece?
Siento que no te haya gustado la dedicatoria.
ResponderEliminarObviamente les dedico la obra por el día que es, no la tragedia que sucede. Es mi manera de honrar su memoria.
De todas maneras es una primera parte, el final lo colgaré en un par de días.
Saludos
Bonito el recuerdo de este dia Jose Vte...
ResponderEliminarY triste historia de esas reales que siegan la felicidad de unas personas, que si ya de por si les es dificil y costosa la vida, las desgracias se les suman.
Buen fin de semana y esperaré la continuación.
Querido amigo has publicado una historia que duele, duele en el alma; es una drama que pasa a menudo y la pobre gente que lo sufre lo sufre de por vida. Es muy doloroso.
ResponderEliminarJOSE VICENTE, voy a todo trapo intentando ponerme al día, esta noche, o cuando pueda, lo leeré con calma y vuelvo a comentar. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarEs bueno recordar a los que sufren.
ResponderEliminarEs una historia tan triste como real, me recordó "Los santos Inocentes" de Delibes. La sociedad de antes era así.
muy fuerte la historia que nos cuantas y tan bien descrita que se vive muy directamente.
ResponderEliminarespero la continuación con muchas ganas.
Unbesazo
Me ha gustado mucho esta primera parte. Así era la vida de los más pobres y conformistas. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias por vuestros comentarios. Ya he colgado la continuación y final. Espero que os guste, sed benévolos, jejeje.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo a todos
me ha gustado mucho la historia pero podrias escribir un libro animate talento no te falta y yo te hago las ilustraciones .fd:silvia lazaro
ResponderEliminarMuy intensa tu historia, emotiva y bien dedicada a personas que sufrieron y sufren.
ResponderEliminarGracias SILVIA, lo de las ilustraciones que conste que no lo descarto, jejeje. Entre tú e Irene es posible que os pida que me hagais algunos trabajillos gráficos. Ya hablaremos.
ResponderEliminarUn beso
Tus palabras, tan bien descritas y con tanta emoción, compensan la tristeza que produce pensar que el único hijo de unos padres mayores falleció en esas condiciones, excesivamente dolorosas y trágicas.
ResponderEliminarun placer leerte (a pesar de todo).
un abrazo