VII Concurso de Paradela - El hombre que despertó

El hombre que despertó

El hombre despertó de repente. Se sentía mareado y tenía algo de nauseas pero por lo demás se encontraba bien, aunque lo más extraño era que no recordaba nada, tenía la mente completamente en blanco, ningún recuerdo, ninguna sensación, nada, el vacío más absoluto. 

Miró a su alrededor. Parecía una habitación, ¿era suya? No la recordaba. Se encontraba  sentado en una cama y estaba en pijama. Enfrente de la cama había una gran cómoda llena de pequeñas cajitas de cartón y varios utensilios metálicos. A la derecha había una percha sin ropa y a la izquierda, en un rincón, un gran espejo muy alto con ruedas. Al lado mismo de la cama, a la izquierda,  estaba un gran armatoste de metal con cintas colgando, no sabía qué podía ser pero no le gustó nada. Distribuidas por las paredes,  austeras y pintadas de color azul, se podían ver varias fotos colgadas, además había un calendario con muchos días tachados. Pudo leer, no sin dificultad y deletreando cada sílaba, que era el mes de julio y el año 2010. Se levantó, mejor dicho intentó levantarse, inicialmente se trastabillo y se cayó para atrás, parecía que las piernas no le quisieran sostener. Eso le asustó. Lo volvió a intentar, ahora más lentamente. Las piernas parecían temblarle, pero las notaba fuertes. Al tercer intento lo consiguió.

Una vez que logró ponerse de pié se acercó tambaleando al espejo y pudo ver a un hombre de unos 30 años que no reconoció. Era joven, alto y tirando a delgado, tenía el cabello negro, con el pelo muy corto, casi militar. Observó que estaba bien afeitado. Durante un rato estuvo tocándose la cara con cierta ansiedad porque no lograba reconocerse.

Tampoco recordaba su nombre. Volvió a mirar alrededor de la habitación por si algo que allí hubiera le recordaba quién era o qué hacía allí. Miró las fotos que se encontraban enmarcadas y colgadas de las paredes y le resultaron vagamente familiares. Una de ellas le atrajo especialmente, eran  un hombre y una mujer de mediana edad y entremedia de los dos un niño de unos 9 años. Observó detenidamente la foto pero, y a pesar de la extraña sensación de familiaridad que sentía, no reconoció a ninguno. Seguía sin recordar.

A la derecha de la cómoda, junto a la percha, vio algo en lo que no había reparado antes, un pequeño escritorio en el que había una máquina de escribir negra y antigua con unas teclas grandes y pesadas. A su lado vio un dibujo algo envejecido de una jirafa metido en una funda de plástico. Ambas cosas le daban sensaciones positivas y por un momento tuvo la visión de alguien escribiendo en la máquina sin cesar, pero seguía sin recordar exactamente de qué se trataba.

Vio la puerta y salió por ella a un pasillo. Estaba algo obscuro pero se distinguían varias puertas a la izquierda y de una de ellas se veía una tenue luz. De allí parecían salir unas voces apagadas. Fue caminando despacio por el pasillo. Aún se sentía inseguro; cuando llegó a la altura de la habitación con luz pudo ver a dos mujeres que estaban frente a una pantalla. No pudo ver qué estaban mirando, pero de ella salían unas voces que hablaban sin cesar de una manera uniforme y monótona. No reconoció a las mujeres. Una de ellas parecía mayor, la otra era joven. La mujer joven vestía una especie de uniforme blanco que estaba seguro de haber visto en alguna ocasión, eso le preocupó; quiso decirles algo, llamar su atención, pero descubrió horrorizado que ningún sonido salía de su boca. Lo intentó de nuevo pero solo un fino y desagradable ruido gutural salió de sus labios.  

Asustado, echó a correr. ¿Qué hacía allí?, ¿qué habían hecho con él?, ¿por qué no recordaba nada?, ¿por qué no podía hablar? Vagamente le vinieron a la cabeza historias que había leído de abducciones para hacer experimentos, ¿sería él uno de esos experimentos? 

Al final del pasillo vio una puerta grande, la abrió y salió a lo que parecía el descansillo de una escalera. Bajó por ella durante 3 pisos hasta salir a la calle. Era de noche, hacía calor y no había nadie por las calles, nadie, ni un alma. Eso aún le asustó aun más.

Iba en pijama y descalzo y al andar por el asfalto se hacía daño en los pies. Continuó intentando hablar, quería gritar, sentía esa necesidad, pero seguía sin poder hacerlo aunque el sonido que emitía iba mejorando poco a poco, pero esto hacía que le picara mucho la garganta y además le diera sed.

Caminó por la calle. Seguía sin ver a nadie. Al llegar a un cruce pudo ver luz saliendo de la parte baja de una finca. Despacito y con mucho miedo se acercó. Volvió a ver a varias personas enfrente de otra pantalla, todos absortos a la pantalla de luz que emitía sonidos sin cesar. Nadie se movía, sólo algunos hacían gestos inconexos y alocados.

El hombre cada vez estaba más asustado. ¿Qué estaba pasando? Las historias que vagamente recordaba haber leído también hablaban de invasiones, de seres que lavaban el cerebro a la gente. Empezó a correr buscando a quien preguntar, alguien que pasara andando o en coche, que fuera normal, que no diera la sensación de estar abducido y mirando fijamente una pantalla, pero seguía sin ver a nadie.

Encontró otro sitio donde también había luz. Se acercó, pero ocurría lo mismo. Personas mirando fijamente otra pantalla de luz. Salió corriendo. Vio otro y otro. Por todos lados había esos malditos lugares con pantallas de luz y gente adorándola, escuchando sus mensajes.

El hombre se sentó en el suelo de la calle llorando. No entendía nada. Estaba muy asustado. No sabía qué podía hacer. No había nadie a quien preguntar y tampoco podía hablar. Estaba solo. No recordaba nada, ni quién era. Seguramente le habrían lavado el cerebro los extraterrestres que habían invadido la tierra, aquellos que cada vez con más nitidez, recordaba haber leído en cómics y en los libros muchas veces.

De repente se oyó un estruendo, un gran grito ensordecedor. Era la gente de los lugares de luz. Salían corriendo y gritando como posesos, histéricos todos ellos. Si el hombre antes estaba asustado, ahora era puro terror el que sentía. No entendía nada. La gente poseída se le venía encima, le arrollaba, le empujaba. El hombre no sabía qué hacer ni a dónde ir. Cada vez salía más gente, incluso del resto de las fincas salía gente sin cesar, por todas partes. 

Quería gritar, era una necesidad imperiosa para expulsar todo el terror que sentía, pero seguía sin poder. Corriendo cuanto pudo intentó volver al lugar de donde había salido, a  la casa, a “su habitación”. Aquello al menos era tranquilo, era conocido y seguramente se sentiría a salvo.

Al principio no la pudo encontrar. Corría de un lado para otro como el resto de la gente, solo que él no gritaba. Una sola idea rondaba su enloquecida cabeza, encontrar la habitación donde había despertado. 

Al fin la encontró. En la puerta, y rodeada de mucha gente, pudo distinguir a una de las mujeres que estaban en la casa, la más mayor, pero ella no gritaba. No sabía si acercarse o no. Sentía miedo y dudaba, pero pensó que no tenía otra opción. Era la única persona que le era ligeramente familiar. No sabía a dónde ir, no conocía a nadie y el mundo parecía haberse vuelto loco. La gente, toda la gente, seguía saltando y chillando por todas partes.

-      - ¡Hijo, hijo! – la mujer mayor le había visto y se dirigía hacia él corriendo, pero no gritaba. Parecía estar llamándole a él.

-      - ¡Hijo! ¡Javier, te has despertado!

El hombre la miró con sorpresa. Le había llamado Javier, ¿sería ese su nombre? Cuando la mujer se le acercó vio que estaba llorando.

    - ¡Te has despertado! - decía la mujer sin cesar y llorando desconsoladamente. ¡No me lo puedo  creer, después de tanto tiempo!

El hombre la miraba con extrañeza, pero empezaba a sentirse seguro con ella y agradeció la dulzura y la calidez con que le abrazó. La mujer veía que la miraba con cierta desconfianza pero sobre todo con sorpresa y curiosidad.

    - Te sientes raro ¿verdad? No me extraña. Has estado 21 años en coma, desde que tenías 9 años. Siendo un niño te atropelló un coche, ¿no recuerdas nada? Ya nos avisaron que si despertabas podría ocurrir. ¡Dios mío! ¡Cómo hemos deseado que llegara este momento! ¡Parecía imposible! Tu padre se va a poner loco de contento. Está muy lejos, de viaje. Pero tú no te preocupes por nada, ahora que has regresado con nosotros vamos a hacer todo lo posible para que recuperes el tiempo perdido.

Javier miró a su alrededor y con gestos y ayudado del extraño sonido que le salía de la boca en forma de voz, consiguió preguntarle del porqué de la locura de toda la gente.

-      - ¿Te asusta la alegría de la gente? Claro, no me extraña. Tú cómo lo podrías saber. Pero no te debes de inquietar, la gente está como loca, es verdad, pero es de contenta. ¡España acaba de ganar el Campeonato del Mundo de Fútbol!