domingo, 17 de junio de 2018

Vacunas



Os invito a leer el artículo de esta semana en el que he querido reflexionar sobre ese debate que no debería de existir: la vacunación infantil.
Como siempre podéis leerlo en la columna de opinión del diario digital esdiario.com/CV: Vacunas
O aquí en el blog en las lineas que siguen. 
Espero que os parezca interesante.


—Yo no vacuno a mi hijo porque las vacunas son un negocio.      
 —¿Sabe cuál es otro negocio? Vender ataúdes chiquitos...          
                                                                               (Dr. House)

Solía contarme mi madre aquellos viajes al amanecer, cuando me llevaba arropado entre mantas sobre sus brazos cálidos, en alto, rígidos y extendidos porque todos le decían que era lo mejor para mis piernas de plastilina, embarazada del cuarto hijo y con la nieve cubriendo sus tobillos, los labios tiritando, esperando un autobús que enlazábamos con el metro, minutos interminables, camino de la machacona y diaria rehabilitación en el hospital del Niño Jesús. Luego, hacia el descollar del mediodía regresábamos a casa con apremio. Yo, a dormir el agotamiento en la penumbra, ella, nerviosa, con las prisas obligadas por preparar la comida de mis hermanos que volvían del colegio.
Mi madre aun tardaría varias décadas en conocer que una simple vacuna podría haberme librado de esa polio que reclamaba como una sanguijuela toda la abnegación y el esfuerzo que le podíamos entregar.

La vacuna contra la polio estaba disponible en todo el mundo desde el año 1955. Yo me contagié en 1961. En España, entre ese año 1955 y 1963, cuando se inició la primera campaña, 14.000 niños fueron infectados por el virus con tremendas secuelas ya para siempre y cerca de 2000 murieron, incapaces de superarlas. El gobierno del dictador Franco silenció la epidemia. Ocho años. Esas cosas aquí no pasaban. Nunca fue prioritario salvarnos de aquella parálisis infantil que estaba asolando el país.

Lo antes descrito forma parte de un pasado infausto que muchos todavía tenemos bien presente. Sin dinero con que pagarlas, todos aquellos padres hubieran dado parte de sí mismos por haber dispuesto de una de aquellas vacunas escamoteadas que concedían salud. Que regalaban vida.
El descubrimiento del Dr. Jonas Salk vino a detener una pavorosa epidemia mundial que se cebó especialmente con los niños, que marcó la memoria colectiva de las gentes. Por eso, porque lo sentimos como propio, duele especialmente cuando hoy escuchamos con cierta dosis de frivolidad como muchas voces, cada vez más poderosas, claman contra las vacunaciones infantiles.

Andrew Wakefield publicó en 1998 un estudio relacionando autismo y vacunas. Un auténtico espaldarazo para los lobbies antivacunas. Más tarde se probó que la investigación era fraudulenta, que el médico había recibido dinero de esas organizaciones y que el estudio se realizó con tan solo 12 niños. Fue un escándalo. El colegio de médicos del Reino Unido le retiró la licencia, pero el daño ya estaba hecho. Las organizaciones antivacunas le consideraron desde entonces una víctima del Sistema. Al igual que Alan G. Phillips, un abogado estadounidense defensor de quienes se niegan a asumir la obligatoriedad de vacunarse, autor de numerosos libros y artículos defendiendo a “quienes discrepan abiertamente de que las vacunas sean la solución a todos nuestros males”.

Jenny McCarthy, actriz y modelo, decidió volcarse en el activismo antivacunas cuando supo en 2014 que su hijo padecía autismo, organizando manifestaciones, conferencias y llevando su cruzada a programas como el de Ophra Winfrey, apoyada por el actor Jim Carrey, que se sumó a la causa tras haber mantenido durante cinco años una relación con la actriz. Robert de Niro, padre también de un niño autista, ha ofrecido una recompensa de 100.000 dólares a quien lo pruebe y en 2016, en el festival de Tribeca que él fundó, presentó un documental contra las vacunas. Toda una biblia para estos grupos.
Italia acaba de elegir como ministra de Sanidad a Giulia Grillo, que ha construido su carrera política criticando la vacunación obligatoria en un país donde el sarampión ha pasado en tres años de ser una enfermedad controlada a una epidemia en expansión. Y Donald Trump, que en esto de los disparates y despropósitos se siente como una rana en su charca, lanzó en 2014 un tuit, su particular boletín oficial, donde anunciaba que lucharía porque los niños recibieran las vacunas adecuadas, finalizando con una palabra: "Autismo". Ahora, ha encomendado una comisión sobre la obligatoriedad de la inmunización a uno de los gurús estadounidenses contra las vacunas: Robert F. Kennedy Jr. (sobrino del expresidente asesinado).

En España estos movimientos no están arraigados, afortunadamente, pero hay quien está empeñado en fomentar esos bulos como modo de generar audiencia. El locutor y presentador Javier Cárdenas dedicó uno de sus programas de radio a la relación entre autismo y vacunas y se basó en un estudio, de escaso fondo, que hablaba sobre el aumento de casos en Estados Unidos. 

La base negacionista de estas organizaciones (aparte de ir contra la rapiña codiciosa de las farmacéuticas, que ese es otro debate) es relacionar los casos de autismo con el timerosal, un compuesto de etilmercurio, que muchas vacunas utilizaban como preservante. Sin embargo, según han probado numerosos estudios científicos y ha certificado la Organización Mundial de la Salud (OMS), solo supone un 0,1% de las fuentes de mercurio a las que está expuesto el ser humano. La OMS defiende el uso de estos conservantes porque “evitan el crecimiento de bacterias y hongos contaminantes que se pueden introducir durante el uso repetido de los viales multidosis”. Aun así, por precaución, el timerosal ha sido retirado de muchas vacunas desde 2001.

Se hace difícil creer que se le dé más validez a tesis pseudocientíficas y a estadísticas dudosas y manipuladas, reforzadas por testimonios de quienes encuentran consuelo culpando a la sociedad, no asumiendo que la vida a veces es dolorosamente imperfecta, antes que a investigaciones metódicas y a las opiniones de millones de médicos y sanitarios de todo el mundo y a la labor de organizaciones humanitarias que incluso se juegan la vida llevando vacunas a aldeas remotas, siendo en ocasiones asesinados por el fanatismo religioso.
Según Unicef: Cada año las vacunas salvan las vidas de entre 2 y 3 millones de niños. Sin embargo, la quinta parte de los niños de todo el mundo sigue sin recibir las vacunas básicas. Además,enfermedades como el sarampión, la difteria y las tosferina en los países en desarrollo siguen causando la muerte de un niño cada 20 segundos.

Es estremecedor que hoy día un niño muera en Gerona de difteria porque sus padres, aconsejados por activistas antivacunas, se nieguen a vacunarle (en España la vacunación infantil no es obligatoria, en Italia y Francia, por ejemplo, sí); que la Malaria o el Dengue sigan matando en países tropicales a pesar de los esfuerzos de científicos como Manuel Patarroyo o que aun haya contagiados de polio en países en conflicto o de extrema pobreza endémica como Nigeria, Siria o Afganistán.
Y desde luego es realmente preocupante conocer que en Venezuela, país que atraviesa una grave crisis sanitaria y de alimentos, acaban de detectarse tres posibles casos de poliomielitis ¡después de treinta años de estar erradicada!

La universalización de las vacunas es uno de los mayores logros en la historia de la humanidad y sin duda el que más vidas ha salvado. Se me hace complicado, pues, entender este conflicto que solo tiene cabida en una sociedad opulenta, en este primer mundo que no valora el sufrimiento porque no lo conoce, donde el hambre, las epidemias, las guerras, y las migraciones masivas quedan lejos y solo se ven en las colas de relleno de los noticiarios.
Los padres que se niegan a vacunar, no sólo desprotegen a sus hijos contra muchas enfermedades sino que ponen en peligro a los demás niños. ¿Quiénes son ellos para jugar alegremente con sus vidas? Con las vidas de todos ¿Y si cundiera el ejemplo y la mayoría siguieran sus ideas? ¿Cuánto tiempo tardarían en regresar las grandes epidemias? Las enfermedades no desaparecen por limpiar el polvo y lavarse las manos. Este es el punto álgido del asunto, el egoísmo de saberse protegido por el resto. Hoy, el mundo se ha hecho pequeño y global, sin embargo, la estupidez humana no conoce límites.

Una simple vacuna, de esas que ahora algunos parecen renegar en nombre de no se sabe bien que verdad, es la que a muchos nos habría gustado recibir.
¡Que distintas habrían sido nuestras vidas!

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6 comentarios:

  1. Me parece un incomprensible disparate tener que discutir todavía estos temas! es como debatir sobre los beneficios o no que pueda tener la educación pública. Los resultados están a la vista para quien quiera verlos. Aquí en mi pais, sin ser ejemplo de avanzada ni mucho menos, enfermedades como la polio y otras combatibles con vacunas han sido desterradas por completo desde hace décadas. Dejo el enlace de la cartilla de vacunas obligatorias y gratuitas que establece aquí el Estado en todo el territorio nacional, esquema que se va completando paulatinamente. http://www.msal.gob.ar/images/stories/ryc/graficos/0000001210cnt-2018_calendario-nacional-vacunacion_alta.jpg

    Un abrazo

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    1. Hola Monica.
      Aqui en España no existe la obligatoriedad de vacunar, aunque si que hay un protocolo de vacunación pública y gratuita muy completa. Pero al no ser obligatorio existe esa opción de no vacunar a los hijos. Es legal, de ahí ese caso que ocurrió en Olot, en Gerona, con el niño que murió de difteria en 2015. Ese caso provocó un gran debate en su momento.
      Otra cosa es cuando las escuelas solicitan el libro de vacunación al matricular a los niños. En este caso chocan dos derechos, el de la escolarización obligatoria en escuelas públicas y el de negarse a vacunar a los hijos. No he profundizado en el tema y no sé que sucederá, pero seguro que cómodo y fácil no es para nadie.
      Hay mucho integrista cabezón por ahí.

      Un abrazo

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  2. Hay que ir contra la rapiña de las farmaceúticas, sin duda... pero hay que aplicar todas las vacunas sin falta, en las poblaciones de todas las latitudes.
    Excelente exposición con la que pones todos los puntos sobre las íes, como sólo tú, sabes hacerlo, querido José.
    Supe por ahí, que te he escuchado charlar en otro blog, que has estado malito y que te has sometido a una intervención quirúrgica. Deseo con toda mi alma que vayas en franca recuperación.
    Te quiero. Fuerte abrazo, extensivo a tus preciosas mujeres.

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    1. Hola Sara.
      Es que yo también pienso que los abusos de las farmaceúticas han hecho mucho daño. Del borrador he sacado algunos temas porque ya el artículo quedaba excesivamente largo, pero en principio hablaba sobre el mal que trajo aquel disparate de la Gripe A y de las vacas locas, promovidos por esa industria para llenar sus arcas, jugando con la salud de las personas. También el abusivo precio de algunos medicamentos y el no colaborar excesivamente para llevar esas mismas vacunas a todos los países del tercer mundo como debería ser obligatorio pero de verdad. Incluso asumiendo los costes.
      Ahí, en denunciar el abuso de estas empresas, los antivacunas me tendrían a su lado.

      Bueno, tuve un pequeño sobresalto hace unos meses. Me salió positivo en una prueba de colon y me tuve que realizar una colonoscopia. Salió bien. Me quitaron varios pólipos y me diagnosticaron algo de diverticulitis, pero de lo otro de momento nada. Por suerte.
      Eso sí, la prueba la tengo que repetir a finales de este año y luego probablemente cada dos o tres años.

      Muchas gracias, querida amiga, que eres un encanto. Un fuerte abrazo.

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  3. Como siempre excelente artículo y espero te encuentres bien

    Un fuerte abrazo

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    1. Gracias Pakiba.
      Me encuentro bien, lo de la colonoscopia ha ido estupendo por ahora y seguro que seguirá igual. Por lo demás, algunas caídas que a veces tienen consecuencias. El sábado tuve otra que me llevó a urgencias por un golpe en la cabeza. Todo está bien, un pequeño latigazo cervical sin más consecuencias.
      Lo de las continuas caídas ya es otro cantar que trato de cuidar, aunque no siempre me es posible.

      Un fuerte abrazo y de nuevo gracias por tu interés.

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