Todas las tardes, cuando ya el sol iniciaba su ocaso,
Marcos salía a la terraza
de su casa. Desde allí la vista
era imponente;
si miraba a la derecha podía ver la enorme cueva por donde entraban los trenes hasta llegar a la majestuosa Estación
del Norte de Valencia; si lo hacía hacia su izquierda, se encandilaba con la visión
de aquel mar de caminos
de hierro que sorprendentemente se entrecruzaban y, serpenteando durante varios kilómetros, llegaban a convertirse en uno solo, hasta que finalmente se alejaba más allá
de
lo
que
la vista
alcanzaba.
Como cada poco ocurría vio como, de la gran cúpula
donde
terminaba la estación,
salía lentamente un tren. Era muy moderno
y estilizado, de color blanco con elegantes
líneas rojas en los laterales
y de
aspecto veloz pero que trasmitía una curiosa sensación de
ser ligero como una pluma.
De repente se vio en su interior. Podía escuchar perfectamente el trac, trac, trac del paso de las ruedas sobre los raíles, y sentir el silencioso zumbido que daba una maravillosa sensación de seguridad y libertad a la velocidad.
De repente se vio en su interior. Podía escuchar perfectamente el trac, trac, trac del paso de las ruedas sobre los raíles, y sentir el silencioso zumbido que daba una maravillosa sensación de seguridad y libertad a la velocidad.
¡Ah, ese era su sueño!, que maravilla viajar en aquel tren. Contemplaba fascinado la hipnótica
sucesión de postes a ambos lados de las vías y los cientos
de árboles que, mágicamente, corrían veloces uno tras otro sin dar apenas
tiempo a descifrar su origen. Sentía que casi podía alcanzar esos pueblos
lejanos y tocar aquellas montañas imponentes y majestuosas, Hasta habría jurado
poder atravesar el mar subido en ese tren si se lo hubiera propuesto. Para Marcos no había mayor
sensación de libertad
y a la vez de cercanía.
Cuando cerraba los ojos, desde la atalaya de su terraza, la podía sentir
de verdad con sólo el sonido de los trenes al pasar.
Amaba viajar y sobre todo le fascinaban los trenes y sus estaciones. Marcos pasaba muchos ratos sentado en aquella entrañable estación observando, viendo pasar a los viajeros que, como hormiguitas, iban de un lado para otro, cada uno a sus ocupaciones o hacia su personal destino. Fantaseaba sobre donde iría aquel señor de traje elegante que, cartera en la mano y tiempo valioso, atravesaba raudo el andén. O aquella señora de difícil caminar y gesto amargo que miraba, desorientada y preocupada, por todos los rincones de la estación sin encontrar lo que quizás hacía ya mucho tiempo que había perdido, y la familia, agitada y nerviosa que cargada de bultos y maletas llenaba de gritos y carreras la estación al ver como su hijo, el más pequeño, se asomaba peligrosamente al hueco de las vías; un grito, seguido de algún empujón e incluso un ligero cachete, retornaba al niño a la formación y con él la acostumbrada y nerviosa calma a la estación.
Amaba viajar y sobre todo le fascinaban los trenes y sus estaciones. Marcos pasaba muchos ratos sentado en aquella entrañable estación observando, viendo pasar a los viajeros que, como hormiguitas, iban de un lado para otro, cada uno a sus ocupaciones o hacia su personal destino. Fantaseaba sobre donde iría aquel señor de traje elegante que, cartera en la mano y tiempo valioso, atravesaba raudo el andén. O aquella señora de difícil caminar y gesto amargo que miraba, desorientada y preocupada, por todos los rincones de la estación sin encontrar lo que quizás hacía ya mucho tiempo que había perdido, y la familia, agitada y nerviosa que cargada de bultos y maletas llenaba de gritos y carreras la estación al ver como su hijo, el más pequeño, se asomaba peligrosamente al hueco de las vías; un grito, seguido de algún empujón e incluso un ligero cachete, retornaba al niño a la formación y con él la acostumbrada y nerviosa calma a la estación.
Su deseo más oculto le recordaba cuanto le habría gustado vivir en otra época y haber viajado
en aquellos grandes
trenes de madera
y carbón que recorrían
inmensas estepas y lejanos desiertos. Disfrutaba como con ninguna
otra cosa viendo aquellas
antiguas películas donde los indios atacaban “el gran caballo de hierro”, aquel
viejo tren que echaba humo sin cesar por su gran chimenea. También a veces se imaginaba viajando
en el Orient Express, acompañando a Hércules Poirot, desentrañando misterios.
Pero, en ocasiones, no podía evitar
sentirse como Penélope, en aquella canción
de Serrat y se sentía
mal, le traía soledad y tristeza. Pero
esa sensación duraba poco, siempre terminaba por sobreponerse. Él sabía que no
esperaría en vano, porque llegaría un día en que su tren entraría en la
estación y él se subiría, y viajaría lejos, a muchos sitios y durante mucho
tiempo…
Marcos estaba tan
enfrascado en sus pensamientos que no se dio cuenta que alguien salía a la
terraza donde se encontraba él. Una voz le sacó de su ensoñación. Era su madre
que le llamaba.
- Vamos
Marcos, que ya llevas un buen rato aquí fuera, empieza a refrescar y la cena ya
está en la mesa – le dijo mientras agarraba las empuñaduras de la silla
de ruedas donde
estaba sentado - No te había dicho
nada, pero el doctor
Ferrer me dijo esta mañana,
después de la rehabilitación, que está muy sorprendido con los avances que estás haciendo, e incluso ha
añadido que no descarta nada sobre tus posibilidades de mejora.
Marcos no pudo evitar una ligera sonrisa de satisfacción
-
¡Algún día…! –
Se prometió seguro y orgulloso -
¡algún día…!
Este relato se lo quiero dedicar a mi amiga Anna Jorba, del blog "El Rincón de Anna", ahora que lo está pasando mal y ha decidido tomarse un descanso.
¡Anna, vuelve cuando te encuentres con fuerza y con ganas, pero sobre todo recuperate y tén mucho ánimo!
El cariño también cura. Ella fué la primera persona que me hablo de tí, José Vicente. El aprecio que os teneis es mutuo. Una vez más, internet muestra ser una hermosa red.
ResponderEliminarMuy buen relato, bastante triste, pero esperanzador. Me tomo la libertad de apoyar también a Anna Jorba, de acuerdo a la dedicatoria que haces, decirle que todo pasa, que las cosas siempre se resuelven, que tenga mucho ánimo y esperanza, cualquier cosa que esté padeciendo, que nunca deje de creer en la misericordia de Dios y que se permita que Él le indique el rumbo y el sentido de lo que esté viviendo.
ResponderEliminarPara tí amigo, hoy nada, que no te haya dicho antes, sabes lo mucho que te aprecio. Un abrazo para tí y otro más fuerte para Anna.
Vaya, tengo el honor de ser el primero en escribir un comentario sobre este bonito cuento de ilusiones, anhelos y promesas.. muy en tu linea habitual de sorprendernos al final de la historia dejándonos un sabor a veces dulce y a veces agrio y que te puedo decir que adelante con estos cuentos no dejes de hacerlo y darle ánimos a la amiga Anna para que se recupere pronto.
ResponderEliminarun abrazo
Pues se me adelantaron, jeje otra vez seré más rapido.....
ResponderEliminarPrecioso detalle para Anna, creo que le haréis derramar más de una lágrima.
ResponderEliminarUn besote
Preciosa dedicatoria a nuestra amiga Anna. Yo también, como Marcos, viajo mucho en tren, aunque sea con la imaginación.
ResponderEliminarComo dice Maria Jesús, se nota el aprecio que os tenéis. Bendita red.
Besos
n.
Jose Vte...
ResponderEliminarSi mi ánimo está un poco "pocho",te puedo asegurar que con este derroche de amistad tengo la emoción que me desborda....
si estuvieras cerca te daria un gran abrazo...a ti y a todos...
Gracias amigo desde que entré me quedé y es una suerte para mi haberos encontrado.
Un beso fuerte.
ES precioso J.Vicente. Aunque no se lo haya dicho personalmente, creo que somos muchos los que estamos pendiente suyo y tu entrada lo confirma. Beso.
ResponderEliminarprecioso y muy merecido derroche de cariño hacia nuestra querida Anna.
ResponderEliminarMi sueño es en dirección contraria la de marcos , ya que quiero ir algún día a esa estación para conocer Valencia .
Unbesazo
Un hermoso detalle por tu parte que le dedicas a nuestra Anna, la Anna que con tanto cariño nos insufla vitalidad por los cuatro costados, esta Anna que anda un poquito pocha como ella dice, pero que sólo está cansada.
ResponderEliminarUn bonito relato, no sé que tienen las estaciones que cuando estás en una ya sea de tren o de autobús dan ganas de viajar. Yo como Anusky tampoco he visitado Valencia, pero quién sabe...
Un abrazo.
Bonito Relato y esperanzador final "ya vas aprendiendo" animos para Anna.Saludos
ResponderEliminarPreciosa dedicatoria a nuestra amiga común Anna, seguro que se sentirá muy bien gracias a ti.
ResponderEliminarBicos
¡Qué bonito Jose vicente! Es entrañable el poder de cada uno para superar cosas que , me imagino, tu sabrás mejor que yo. El sueño de viajar en tren, aunque no sea de esos antiguos, espero que se le cumpliera a nuestro querido Marcos.
ResponderEliminarPara tu amiga, le mando un beso y que se recupere pronto.
Para ti mi gratitud y un cariñoso abrazo.
¡Que emotivo! Acabo de enlazar tu blog en Tomara que tu viera... no tengo ni idea porque no lo he hecho antes, un saludo.
ResponderEliminarPrecioso relato como todos los tuyos, mucho más emocionante si es para ella, esa gran mujer que un día se coló en mi blog y se quedo para orgullo mío. Ojalá que pronto vuelva el buen ánimo y esté aquí conm todos nosotros.
ResponderEliminarUn abrazo para ella, para tí Vicente y para todos los demás amigos blogueros.
bellisimo texto cuajado de esperanza y amor, esta asturiana amiga y admiradora de tus letras te da infinitas gracias por hacernos participes de ellas y te manda un besin muy muy grande.
ResponderEliminarQue tierno.
ResponderEliminarParece ser que ha habido daños colaterales con el desastre de Blogger de estos último días.
ResponderEliminarEn mi caso, y previamente a una comprobación mayor, se limita a la desaparición de los dos últimos comentarios. Gracias a que se reciben también por el correo, puedo volver a colocarlos.
Voy a reescribirlos en atención a quienes tuvieron la deferencia de enviarlos.
OZNA-OZNA:
bellisimo texto cuajado de esperanza y amor, esta asturiana amiga y admiradora de tus letras te da infinitas gracias por hacernos participes de ellas y te manda un besin muy muy grande.
MA:
Que tierno
En esta entrada no quería responder a los comentarios, así es que ya que estoy aquí, accidentalmente, quiero daros las gracias a todos por vuestras palabras, y en especial a Anna Jorba.